martes, 19 de junio de 2007

La corrupción en África es una responsabilidad global. Artículo del Financial Times de 1 de junio 2007.

Por Richard Murphy y Nicolás Shaxson.

El petróleo nos ofrece un nuevo horizonte en la costa occidental de África, que produce actualmente en torno a los cinco millones de barriles diarios y en rápido crecimiento. El pasado año, las exportaciones de petróleo superaron los 110,000 millones de dólares, casi cuatro veces la ayuda total de los países de la OCDE al África subsahariana.

Y, sin embargo, por lo general los ciudadanos de los países productores son hoy más pobres y están peor gobernados que los de los restantes países africanos. A pesar de los 400,000 millones de dólares de beneficios del petróleo generados desde 1970, la renta per capita de Nigeria es un 25 por ciento inferior al promedio del Africa subsahariana. Los 31,000 millones de dólares del presupuesto de Angola de este año, es más o menos equivalente a la ayuda de todos los países de la OCDE al África subsahariana; y, sin embargo, sufre la segunda mortalidad peor del mundo para los niños de menos de cinco años, según la ONU. Desde que se encontró petróleo, se ha elevado la mortalidad infantil del Africa Ecuatorial, etc..

Una mayor transparencia financiera debería contribuir a atenuar esta "maldición de los recursos", contribuyendo a que los ciudadanos consiguieran que sus mandatarios rindieran cuentas. En este sentido, un gran avance es la INICIATIVA PARA LA TRANSPARENCIA DE LAS INDUSTRIAS EXTRACTIVAS (EITI en siglas en inglés), que fue lanzada en 2002 y apoyada por el Banco Mundial, entre otros, incentivando a los gobiernos que disponen de riqueza en minerales para que voluntariamente divulguen datos sobre sus recursos naturales.

Esta INICIATIVA, la EITI, es una gran idea aunque plena de lagunas. Lo ilustran dos ejemplos africanos recientes como son Ghana y Gabón, que han completado recientemente sus Informes. En primer lugar, la contabilidad es un punto débil. El Informe de Ghana fue realizado sobre la base del dinero efectivo, solicitando a las compañías lo que habían pagado, lo que había recibido el gobierno, y comprobando luego si había alguna diferencia entre ambas cifras. Pero no solamente se dejó de comprobar esto correctamente sino, lo que es más importante, no se hicieron las comprobaciones sobre la base de los incrementos; empezando por verificar si el dinero efectivo pagado era la cantidad correcta, conforme a los contratos. Los auditores de la EITI de Gabón señalaron (entre otros defectos) la misma deficiencia: ninguna contabilización de los incrementos.

El caso de Gabón es significativo, porque su industria del petróleo fue el centro del fraude más escandaloso desde la segunda guerra mundial, como fue el “affaire de Elf", que en 2003 terminó con sentencias de cárcel para altos directivos de la entonces compañía petrolera estatal francesa Elf. Los magistrados de París descubrieron que el dinero de las operaciones africanas de Elf financió a funcionarios y partidos políticos franceses; y suministraron sobornos para apoyar objetivos comerciales, militares y diplomáticos franceses en todo el mundo. A cambio, las tropas francesas protegieron a los gobernantes obedientes, ricos en petróleo. Hoy se dice que el "sistema de Elf" se ha desmontado enteramente. Por tanto, ¿podríamos utilizar la EITI para comprobar esto? Pero, desgraciadamente la respuesta es negativa. Al amparo del sistema de Elf, el petróleo africano corroía la democracia francesa vía los paraísos fiscales del mundo rico porque era transnacional hasta el fondo. El carácter fragmentario de la EITI, al tratar la corrupción de Gabón separada de la corrupción francesa, ignora la historia. Como El Índice de Percepción de la Corrupción de la organización Transparencia Internacional, la EITI se apoya sobre una idea falsa. Al segregar el análisis por países se omite el elemento transnacional, impidiendo escudriñar el papel de los países ricos, y llegando de este modo con demasiada facilidad a la conclusión de que ellos (en África) son corruptos, mientras que nosotros (en Occidente) estamos limpios. Pero un documento reciente del FMI identifica al Reino Unido como centro financiero extraterritorial, offshore, un depósito central para el dinero sucio de los dictadores, contribuyendo a revelar una vieja verdad como es que también en Occidente estamos horriblemente implicados.

Existen numerosos ejemplos de vinculaciones transfronterizas de los hidrocarburos con algunas o todas de las características del asunto Elf, desde sus profundas raíces políticas, ligazones militares, paraísos fiscales y políticas petroleras corruptas tanto en países productores como en países consumidores. Por ejemplo, pensemos en EEUU, Reino Unido y Arabia Saudita. La EITI, una iniciativa voluntaria, se podría nunca aceptarse de una manera significativa cuando tales relaciones están en el centro del ejercicio del poder. En países ricos en petróleo, las investigaciones extranjeras se acepta generalmente donde no rozan puntos sensibles y se rechazan si afectan. Por tanto, es necesaria una medicina más fuerte.

Hay más aún. Consideremos la segregación de las tres vías del dinero del petróleo entre el país anfitrión, las compañías petroleras y los costes (las plataformas petrolíferas, los suministros, etc..) Loïk le Floch-Prigent, el anterior máximo dirigente de Elf, admitió que eran ciertas las secretas "comisiones" que procedían rutinariamente de la base de los costes. Los malhechores ocultarán muchas, si no la mayoría de sus fechorías en la caja negra de los costes, por ejemplo falseando los precios de las mercancías, luego haciendo pasar el rastro de los papeles por los centros offshore. Mientras que el Manual de las fuentes de la EITI (sus pautas generales) insiste en que los Informes "deben" incluir todos los flujos de beneficios del gobierno, diciendo que solamente los costes "podrían" ser revisados independientemente. Ésta es otra opción excluyente voluntaria, donde más importa. Afortunadamente Nigeria está yendo más allá de principios básicos de la EITI hacia la auditoria de los costes; pero es la excepción, no la regla. El proyecto de la EITI es una buena cosa que debe continuar. Ha mejorado la transparencia y está haciendo que la gente se lo plantee seriamente. Sin embargo, es fundamentalmente defectuoso; sus auditorias deberían comprobar no solamente lo que se ha pagado sino lo que debería haberse pagado, indagando en los costes de la industria. Necesitamos una transparencia obligatoria y también resulta decisiva una perspectiva transnacional. Los paraísos fiscales offshore tienen que ser objeto de una investigación que ayude a los ciudadanos y a los demócratas en todas partes, no solamente en los países ricos o pobres en minerales. Acertaron los tres senadores de los EEUU que dijeron recientemente que los paraísos fiscales tienen "declarada la guerra económica a los contribuyentes honestos de los EEUU". Eva Joly, la magistrada de París que dejó al descubierto el asunto de la petrolera Elf, dijo que se sentía como un sheriff en un espagueti western, contemplando cómo los bandidos lo celebraban al otro lado de Río Grande. "Nos insultan y no hay nada que podemos hacer." En Marzo, la magistrada dijo que abordar los paraísos fiscales debe ser la "fase dos" en el debate global sobre la corrupción; y tiene también razón.

Nadie pretende que los pasos siguientes sean fáciles.
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*Richard Murphy es auditor y director de Tax Research LLP y asesor de Tax Justice Network (la Red por la Justicia Fiscal).
Nicholas Shaxson es Associate Fellow at Chatham House en Londres, autor del libro Poisoned Wells: the Dirty Politics of African Oil (Pozos envenenados: La sucio política del Africa del petróleo) y colaborador de Tax Justice Network.

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