lunes, 28 de abril de 2008

Los Alimentos: la nueva burbuja financiera

El sector financiero está incentivando el acaparamiento de alimentos con el objeto de provocar mayores subidas aún de precios
ATTAC no ha dejado de denunciar la perversión que supone supeditar la economía real a la financiera, impulsando y beneficiándose los inversores de unas transformaciones que traen oportunidades para muchos, pero también riesgos de los que no quieren hacerse responsables.
En el momento en que el sector financiero puede invertir el dinero que desee en cualquier activo del mundo, sin ningún compromiso de permanencia, los poderes públicos que lo han permitido deberán hacer lo posible para atraerse el favor de los capitales, lo que supondrá legislar contra los mecanismos de protección de su propio sistema productivo, de sus trabajadores y de su medio ambiente, además de reducir los impuestos al capital, con la consecuente reducción del gasto público.
Pero ello trae consigo un efecto perverso: los inversores ya no están tan interesados en las tasas de beneficios de la economía real (necesariamente decrecientes en un mundo competitivo que necesita de constantes inversiones tecnológicas) como en obtener un rendimiento de sus capitales a corto plazo, por lo que, liberados de cualquier restricción fiscal, fronteriza o reglamentaria, acudirán como nube de langosta hacia aquellas oportunidades de negocio que den las mejores tasas de ganancia del mercado financiero. Sin valorar que semejante avalancha provoca efectos más destructivos que beneficios.
De esa manera, ante las excelentes tasas de beneficios de los “tigres asiáticos” a mediados de los 90, los capitales invadieron los mercados financieros en busca de plusvalías, pero también provocando la revalorización de las monedas locales, repercutiendo en la competitividad de sus economías. Cuando estas empezaron a dar síntomas de fatiga, los capitales huyeron, provocando devaluaciones masivas, quiebras bancarias, cierres de fábricas y millones de desempleados. Los países que menos liberalizaron su sector financiero capearon mejor la crisis que aquellos que fueron más “obedientes”. China, con su sistema financiero blindado, ni se enteró de la “fiebre asiática” y fue la gran triunfadora de la crisis.
La siguiente fiebre fue por la innovación tecnológica. La extensión de Internet prometía nuevas oportunidades de negocio: un mercado virtual de millones de usuarios de todo el mundo, estrategias de marketing personalizadas, reducción de costes. Las nuevas empresas “punto.com” subieron como la espuma en la bolsa, hasta multiplicar varias veces el valor real de sus activos (muchas veces, un local y unos pocos equipos informáticos). Una auténtica burbuja que pinchó al primer contratiempo (en el año 2000), provocando el cierre de numerosos negocios, más despidos, y una amenaza de recesión económica que fue conjurada con bajadas masivas de tipos de interés, sacrificando la capacidad de ahorro de algunas economías, como la norteamericana.
Esta bajada de tipos estimuló la siguiente burbuja: la inmobiliaria: la gente podía endeudarse y comprar propiedades inmuebles, cuya demanda creció. La subida de precios y la posibilidad de obtener fáciles ganancias hizo que el inmueble se convirtiera en una mercancía de inversión, así como el mismo crédito para adquirirlo (las hipotecas). Esta escalada de precios, además de perjudicar a las rentas más bajas, pervirtió el sistema económico induciéndole a construir más casas de las que se podían habitar, o a los bancos a ofrecer hipotecas a quien no podía pagarlas. En el momento en que la subida del petróleo frenó el entusiasmo consumista, la burbuja inmobiliaria reventó el año pasado, y aún no conocemos el alcance de su estallido.
Pero los inversores siempre encuentran nuevas oportunidades: la creciente demanda de alimentos por parte de las economía emergentes (China, India y Brasil, especialmente), el desvío de numerosos cultivos hacia los agrocombustibles, que induce al abandono de cultivos para alimentos, y las malas cosechas vienen provocando en los últimos años una creciente subida de precios que los especuladores no han pasado por alto.
Con la ventaja añadida de que los mercados de materias primas es un mercado de futuros: compras a precio de hoy y pagas dentro de un año, vendiendo al precio futuro. A mayor diferencia de precios, mayores beneficios apalancados.
Por ejemplo: Este año contrato comprar el arroz X a un dólar el saco, a pagar dentro de un año. El mercado piensa que el arroz va a subir un 10% el año que viene, así que puedo vender mi contrato por el beneficio potencial, 10 centavos (el 10% de aumento del precio). Si poco antes del año, el precio sube un 40%, el contrato podría ser vendido por 40 centavos. De haber vendido directamente el arroz, el comerciante habría obtenido un 40% de beneficio (1,40 $ de venta menos 1 $ de compra), el especulador financiero, sin embargo, obtiene un beneficio del... ¡300%! (40 centavos menos 10).
Con lo que el sector financiero está incentivando el acaparamiento de alimentos con el objeto de provocar mayores subidas aún de precios. Mecanismo que se facilita gracias a la implantación de un modelo agrícola industrializado orientado a la exportación y controlado por muy pocas manos. Lejos de dar fluidez y competitividad a los mercados de bienes reales, el sector financiero desregulado contribuye a que estos acentúen sus imperfecciones, puesto que existe un incentivo para ello.
Hoy día, los expertos reconocen que la subidas espectacular de algunos bienes básicos, como el arroz, no es tanto por un problema de desajuste entre oferta y demanda, como por la conversión de las materias primas en “un activo financiero abierto, frente a un significado histórico de activo de entrega física, es decir, grandes fondos de inversión y fondos hedge lo incluyen en sus carteras. Se han convertido en un asset class nuevo y por lo tanto sujeto a la “realidad” del mercado financiero.”
Este “virtuoso sistema” que provoca la ruina de naciones enteras (Indonesia, Argentina), la inflación del precio de la vivienda, e incluso una inminente recesión económica en todo Occidente, parece que ya está contribuyendo al hambre de millones de personas en todo el mundo, con las subsiguientes secuelas de revueltas (Ya las hay en África y América), violencia, crisis política e inestabilidad general. El mismo capitalismo que ha contribuido a los mayores logros nunca alcanzados en nivel de vida y progreso técnico, aunque fuera para parte de la Humanidad, una vez que se ha liberado de cualquier restricción, parece empeñado en destruirse a sí mismo, después de llevar la desolación por doquier. ¿Habremos de asistir impasibles al espectáculo de nuestro propio declive como civilización, sin tomar medidas para evitarlo?.
David Muñoz-Chápuli, Observatorio JFG de Attac Madrid

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