miércoles, 26 de noviembre de 2008

Los siete déficits mortales

Cuando el president George W. Bush asumió el cargo, el grueso de los descontentos con unas elecciones robadas se consolaron con esta idea: dado nuestro sistema de controles y equilibrios políticos, ¿cuánto dañó puede hacer? Ahora lo sabemos: mucho más de lo que podían imaginar los peores pesimistas. Desde la guerra de Irak hasta el colapso de los mercados crediticios, las pérdidas financieras apenas resultan concebibles. Y detrás esas pérdidas aún hay que contar las oportunidades perdidas, todavía mayores.

Tomados de consuno los dineros despilfarrados en la guerra, los dineros despilfarrados en un esquema inmobiliario piramidal que empobreció a los más y enriqueció a unos pocos y los dineros que se esfumaron con la recesión, el hiato entre lo que podríamos haber producido y lo que realmente produjimos fácilmente rebasará el billón y medio de dólares. Piensen lo que habría podido hacerse con esa suma para proporcionar asistencia sanitaria a quienes carecen de seguro médico, para mejorar nuestro sistema educativo, para desarrollar tecnologías verdes… La lista es infinita.

Y el verdadero coste de las oportunidades perdidas es todavía mayor. Piensen en la guerra. Están, para empezar, los fondos directamente asignados a ella por el gobierno (unos 12 mil millones de dólares mensuales, y eso aceptando las estimaciones confundentes de la administración Bush). Pero es que son mucho mayores todavía, como ha documentado en su libro La guerra de los tres billones de dólares Linda Bilmes, de la Kennedy School, los costes indirectos: las remuneraciones que han dejado de ganar los heridos o los muertos o la actividad económica desplazada (de, pongamos por caso, gastar en hospitales norteamericanos a gastar en empresas nepalesas de seguridad). Esos factores sociales y macroeconómicos podrían llegar a montar más de 2 billones de dólares en el cómputo total de los costes de la guerra.

Pero hay un haz de luz en esos negros nubarrones. Si logramos zafarnos de la pesadumbre, si conseguimos pensar más cuidadosa y menos ideológicamente sobre la manera de robustecer nuestra economía y hacer de la nuestra una sociedad mejor, tal vez podamos adelantar algo en el planteamiento y solución de los enconados problemas que venimos arrastrando.

El déficit de valores.- Uno de los puntos fuertes de Norteamérica es su diversidad, y siempre ha habido una diversidad de puntos de vista incluso respecto de nuestros principios fundamentales (la presunción de inocencia, el mandato de habeas corpus, el imperio de la ley). Pero –o eso creíamos, al menos— quienes discrepaban de esos principios constituían una pequeña franja marginal, fácilmente ignorable. Ahora hemos aprendido que esa franja no es tan minúscula y que, entre sus miembros, se cuentan el actual presidente y los dirigentes de su partido. Y esa división en los valores no podía haber llegado en peor momento. Percatarse de que podríamos tener menos en común de lo que pensábamos puede dificultar la resolución de problemas que tenemos que encarar juntos.

El déficit climático.- Con ayuda de cómplices como ExxonMobil, Bush trató de persuadir a los norteamericanos de que el calentamiento global era una ficción. No lo es, y hasta la administración ha terminado por admitirlo. Pero no hicimos nada durante ocho años, y los EEUU contaminan más que nunca; un retraso que pagaremos carísimo.

El déficit de igualdad.- En el pasado, aun si los que estaban abajo recibían pocos, si alguno, de los beneficios de la expansión económica, la vida se percibía como un sorteo equitativa. Las historias de quienes se hacían a sí mismos eran parte de las señas de identidad norteamericanas. Pero la vieja promesa de Horatio Alger suena hoy falsa. La movilidad ascendente se ha hecho cada vez más difícil. Las crecientes divisiones de ingreso y de riqueza han sido reforzadas por una legislación fiscal que premia a los afortunados en la azarienta lotería de la globalización. Destruida aquella percepción, será todavía más difícil encontrar una causa común.

El déficit de responsabilidad.- Los reyezuelos del mundo financiero estadounidense justificaban sus astronómicas remuneraciones apelando a su pretendido ingenio para generar grandes beneficios, supuestamente derramados sobre el país entero. Ahora, los reyes andan desnudos. No supieron gestionar el riesgo; antes bien, sus acciones exacerbaron el riesgo. El capital no fue correctamente asignado; se malgastaron centenares de miles de millones, un nivel de ineficiencia mucho mayor que el que la gente se ha acostumbrado a atribuir al Estado. Sin embargo, los reyezuelos se largaron con centenares de millones de dólares de los contribuyentes, de los trabajadores, y el conjunto de la economía tuvo que pagar la cuenta.

El déficit comercial.- En el curso de la pasada década, el país ha venido tomando préstamos a gran escala en el extranjero: sólo en 2007, unos 739 mil millones de dólares. No es difícil descubrir por qué: con un gobierno incurriendo en enormes deudas y unos hogares norteamericanos sin apenas capacidad de ahorro, no había otro sitio donde pedir. Los EEUU han estado viviendo de dinero y de tiempo prestados, y ha llegado la hora del vencimiento. Acostumbrábamos a dar lecciones de buena política económica a los demás. Ahora los demás se parten de risa a nuestras espaldas, y de cuando en cuando, hasta nos dan lecciones. Hemos tenido que ir a mendigar a los fondos soberanos de riqueza (la riqueza excedente que otros gobiernos han acumulado y que pueden invertir fuera de sus fronteras). Retrocedemos ante la idea de que nuestro gobierno se haga con un banco, pero parecemos aceptar de grado la idea de que los gobiernos extranjeros puedan convertirse en accionistas de referencia de algunos de nuestros bancos más emblemáticos, instituciones cruciales para nuestra economía. (Tan cruciales, en efecto, que hemos dado un cheque en blanco a nuestro Tesoro para rescatarlas.)

El déficit fiscal.- Gracias, en parte, a un gasto militar desapoderado, en sólo ocho años nuestra deuda nacional se ha incrementado en dos tercios, pasando de 5,7 billones a más de 9,5 billones de dólares. Pero, por espectaculares que resulten, esos números subestiman por mucho las verdaderas dimensiones del problema. Aún tienen que presentarse a cobro muchas facturas de la Guerra de Irak, incluidas las que incorporan los costes de asistencia a los veteranos heridos, y esas facturas podrían representar unos 600 mil millones de dólares. El déficit federal de este año probablemente añadirá otro medio billón a la deuda nacional. Y todo eso, sin contar con los dineros desembolsados por la Seguridad Social y por Medicare para asistir a los baby boomers.

El déficit de inversión.- Las cuentas del Estado son distintas de las cuentas del sector privado. Una empresa que tome dinero prestado para realizar una buena inversión verá su balance contable mejorado, y sus ejecutivos serán aplaudidos. Pero en el sector público no hay balance contable, y por lo mismo, demasiada gente se centra miopemente en el déficit. En realidad, las inversiones públicas sabias proporcionan retornos mucho más elevados que la tasa de interés que el Estado paga por su deuda; a largo plazo, las inversiones ayudan a reducir los déficits. Recortar esas inversiones es proceder al modo del ahorrador de salvado y desperdiciador de harina, como pudo verse con los diques de Nueva Orleáns y con los puentes de Mineápolis.

***

Más allá de la simple incompetencia, hay dos posible hipótesis para explicar por qué los republicanos prestaron tan poca atención a la creciente debacle presupuestaria. La primera es, sencillamente, que confiaron en la teoría económica del lado de la oferta, en la creencia de que, de uno u otro modo, la economía crecería tanto con unos impuestos bajos, que los déficits serían efímeros. Esa idea se ha revelado como lo que es, una ilusión fantasiosa.

La segunda hipótesis es que, permitiendo un déficit cada vez más hinchado, Bush y sus aliados esperaban forzar una reducción del tamaño del Estado. Lo cierto es que la situación fiscal ha llegado a cobrar unas proporciones tan alarmantes, que muchos demócratas responsables están comenzando ahora a hacerles el juego a los republicanos empecinados en “asfixiar a la bestia pública”, y llaman a un drástico recorte del gasto público. Pero, preocupados como están los demócratas por parecer demasiado tibios en materia de seguridad –y por lo mismo, resueltos a considerar sacrosanto el presupuesto militar—, resulta harto difícil recortar gastos sin cercenar las inversiones más importantes para resolver la crisis.

La tarea más perentoria del nuevo presidente será restaurar el vigor de la economía. Dado el volumen de nuestra deuda nacional, es particularmente importante cumplir esa tarea de manera que se maximicen los resultados de cada dólar gastado, al tiempo que se ataca al menos uno de los déficits capitales. Los recortes fiscales funcionan –si funcionan— incrementando el consumo, pero el problema de Norteamérica es que padece un atracón de consumo; prolongar el atracón no hará sino posponer la solución de los problemas más profundos. A medida que los ingresos se desploman, los estados y los municipios tendrán que hacer frente a restricciones presupuestarias, y a menos que se haga algo, se verán obligados a recortar el gasto, lo que no hará sino ahondar en el declive. A nivel federal, necesitamos gastar más, no menos. Hay que reconfigurar la economía para adaptarse a las nuevas realidades (incluido el calentamiento global). Necesitaremos más trenes de alta velocidad y plantas energéticas más eficientes. Esos gastos estimulan la economía, al tiempo que sientan las bases para un crecimiento sostenible a largo plazo.

Sólo hay dos formas de financiar esas inversiones: aumentar los impuestos o recortar otros gastos. Los norteamericanos de ingresos altos pueden perfectamente permitirse pagar más impuestos, y muchos países europeos han triunfado, no a pesar de tener una fiscalidad elevada, sino precisamente por tenerla: es lo que les ha permitido invertir y competir en un mundo globalizado.

Huelga decir que habrá resistencia al aumento de impuestos, de manera que el foco de atención se moverá hacia los recortes. Pero nuestros gastos sociales son ya tan esqueléticos, que hay poco que ahorrar. En realidad, descollamos entre las naciones industrializadas avanzadas por lo inadecuado de nuestras protecciones sociales. Los problemas, por ejemplo, del sistema de asistencia sanitaria en los EEUU saltan a la vista: resolverlos no es sólo cuestión de mayor justicia social, sino también de mayor eficiencia económica. (Unos trabajadores más sanos son unos trabajadores más productivos.) Y eso deja sólo un área económica importante disponible para recortar gastos: la defensa. Nuestros gastos representan la mitad de los gastos militares mundiales, con un 42% de los dólares del contribuyente que se destinan, directa o indirectamente, a defensa. Incluso los gastos militares no bélicos se han disparado. Con tanto dinero gastado en armamento inútil contra enemigos que no existen hay mucho margen para incrementar la seguridad, al tiempo que se recortan los gastos en defensa.

La buena nueva en todo este horizonte de malas noticias económicas es que nos estamos viendo obligados a morigerar nuestro consumo material. Si lo hacemos de forma adecuada, eso ayudará a mitigar el calentamiento global, y acaso contribuirá también a despertar la consciencia de que un mayor nivel de vida también es más ocio, no sólo más bienes materiales.

Las leyes de la naturaleza y las leyes económicas son implacables, y no perdonan. Podemos abusar de nuestro medio ambiente, pero sólo por un tiempo. Podemos gastar por encima de nuestros medios, pero sólo por un tiempo. Podemos gorronear a cuenta de nuestras inversiones pasadas, pero sólo por un tiempo. Ni siquiera el país más rico del mundo puede ignorar las leyes de la naturaleza y las leyes económicas, si no es en daño propio.

Joseph Stiglitz es profesor en la Universidad de Columbia, ganador del Premio Nobel de Economía en 2001 y coautor de The Three Trillion dollar War.

Traducción para www.sinpermiso.info: Ricardo Timón

sábado, 22 de noviembre de 2008

Las desvergüenzas del capitalismo

El capitalismo es una doctrina económica, a la par que un sistema político-económico, de condición y de usos en ocasiones positivos aunque con frecuencia perversos, que después de la incorporación de las experiencias antagonistas o alternativas -Rusia, China, países emergentes, etcétera- a la sola filosofía y práctica del mercado y del beneficio, se ha convertido en un modelo único en la realidad del mundo, casi también en la esfera del pensamiento. Esta presencia gloriosamente omnipotente y unánime se ha visto sacudida por la corrupción en su funcionamiento, resultado de los numerosos desafueros que bajo su advocación se han perpetrado y que han acabado convirtiendo el latrocinio en regla. Todo ello además, viniendo de donde venía. Pues frente a la consideración de que la práctica religiosa es enemiga de la actividad económica, fue ella la que, con la aparición del protestantismo y, más aún, del calvinismo, supuso un soporte decisivo para el surgimiento y la difusión de los valores del capitalismo.

Dos pensadores son los heraldos de esta posición. En primer lugar, Max Weber, que parte de la constatación de que los países protestantes son, en el siglo XIX, los que están en cabeza del desarrollo económico, debido a su identificación con los valores del capitalismo. En su obra matriz La ética protestante y el espíritu del capitalismo, la esencia del capitalismo está en la voluntad de trabajo, simultánea con el fervor por el ahorro. Comportamientos ambos que no pueden ser sólo individuales pues su efectividad exige que lo sean de todo un pueblo, y para ello fruto de unas convicciones que son sobre todo de naturaleza religiosa. En este caso esas convicciones comunes proceden del calvinismo que descarta el consumo, condena el disfrute y el gasto y exalta el trabajo considerado como ejercicio religioso, secularizando con ello el ascetismo y elevando el trabajo profesional a la condición de práctica religiosa por excelencia. Que deviene así obra de Dios. Esa santificación del trabajo ordinario que opera el calvinismo y que saca a los creyentes de los oratorios y los lanza a la conquista del mundo profesional, sigue resonando en muchas organizaciones religiosas contemporáneas, tanto moderadas -Opus Dei, Kikos, etcétera- como progresistas -Focolares, Comunidad de San Egidio, etcétera-.

Richard H. Tawney en La Religión en el origen del capitalismo nos ofrece una reflexión mucho más pormenorizada y pegada a la historia, que en oposición a los espiritualismos orientales y apoyado en la Biblia, sostiene que la vida material en su conjunto nos viene de Dios y por tanto los bienes, e incluso el dinero, son signo de su bondad y en cierto sentido de su predilección. Pero signo que tiene que estar presidido por la gracia y que sólo puede operar en relación con el otro, cuya expresión esencial es el pobre. Por lo demás Calvino/Tawney, frente a la prohibición bíblica, recuperan el préstamo comercial o industrial, que sin usura está permitido y hace posibles con ello el mundo de la banca y de las finanzas.

Era difícil de imaginar desde tan razonables y esperanzadores inicios, que la generalización de la trampa y de la rapiña en los ámbitos económico y financiero llevase a un triunfo tan absoluto de la economía criminal. De manera decisiva ha contribuido a ese resultado la mitificación unánime del enriquecimiento como referencia única del éxito, la celebración de lo que Oskar Lafontaine ha llamado la Dictadura del Monetariado, y, sobre todo, la hegemonía sin alternativas del capitalismo de casino. Todo lo cual ha dotado de respetabilidad a las felonías capitalistas más innobles, a las prácticas empresariales más abyectas. No exagero, vean los nombres y las cifras. Lehman Brothers, una de las joyas de la finanza norteamericana, quiebra y todo el mundo se va a la calle sin indemnización alguna, salvo Richard Fuld, su presidente que se embolsa legalmente 480 millones de dólares. AIG, la paradigmática compañía de seguros, va a quebrar también, pero el caso es simbólicamente demasiado grave y Washington interviene aportando 85.000 millones de dólares para tapar el agujero. Lo que permite a Joseph Cassano, director de la sección de Productos Derivados, percibir una bonificación de 3,4 millones de dólares, y a Sullivan, el gran patrón, otra de 5,4 millones de dólares. Los directivos de la compañía, reflotada con el dinero de los contribuyentes norteamericanos, lo celebran en un suntuoso hotel californiano, con habitaciones a 1.000 dólares la noche, 10.000 dólares en bebidas, 23.000 en cuidados personales y un interminable etcétera. Bob Diamond, numero dos del Barclays Bank, ha declarado haber percibido en primas, entre 2006 y 2007, 50 millones de euros; Marcel Ospel, máximo responsable del banco suizo UBS, 15,7 millones de euros; Josef Ackermann, presidente de la Deutsche Bank ha cobrado 10 millones de euros al año; Fred Goodwin, director general del Royal Bank of Scotland, y Andy Hornby, del HBOS, ambas en situación de quiebra, unas remuneraciones anuales de 5,3 y 3 millones de euros, respectivamente. En Francia, los patronos de los seis grandes grupos financieros BNP Paribas, Société Générale, Crédit Agricole, Crédit Mutuel, Caisses d'Epargne y Banques Populaires se han abalanzado sobre los 10.000 millones de euros que el Estado francés ha puesto a su disposición para ayudar a sus organizaciones a salir de la crisis y nada se ha sabido de su destino. El importe total de las bonificaciones y otras primas personales percibidas por los patronos de las grandes empresas en quiebra o al borde de ella, se acerca a los 80.000 millones, todos interpretando el apólogo de Woody Allen take the money and run. Y al otro lado de la verja más de un millón de trabajadores se han quedado sin trabajo, y Citygroup ella sola ha contribuido con cerca de 70.000 personas.

Los estragos y la desmoralización causados por estos pillajes desde las alturas, han venido acompañados por la incitación al fraude, resultante de la extraordinaria expansión del crédito, que al coincidir con el fuerte abaratamiento del costo del dinero, tenía que producir la deriva monetaria y los efectos perversos que ha conllevado. Pero, además, esa orgía financiera dispuso para su celebración de un abultado arsenal de instrumentos, producto de una brillante ingeniería financiera que los había elaborado y puesto en acción durante la última década. Motejados de tóxicos, por su capacidad disruptiva y malignizante, su circulación y uso aumentaron de día en día. Entre ellos los Fondos Especulativos o hedge funds, más familiarmente fondos-basura, quizás los más repudiados; aunque sus efectos perturbadores sean menores que los de los fondos de private equity, instrumento privilegiado por los especuladores para comprar sociedades y pagarlas sin dinero propio, revendiéndolas luego y vuelta a empezar. Aunque sin olvidar que todos los otros fondos, incluyendo los venture-funds e incluso los fondos soberanos, a pesar de su naturaleza pública, no se han librado de ese destino especulador. Y así se ha originado este descalabro mayúsculo que algunos veníamos anunciando/denunciando desde hace tiempo (Vid mis seis columnas en este diario El capitalismo contra el planeta, de febrero a marzo de 2007, las dos de Fondos-Buitre, del 7 y 13 de julio del mismo año, o últimamente Capitalismo sin limites y Noticias del caos). Descalabro que difícilmente podremos superar porque los planteamientos, las soluciones y los actores sigue siendo los mismos. Y para quienes lo duden, ahí está para probarlo la Declaración de la Cumbre de Washington, procedente del G-20, cuyo análisis ha hecho de manera tan brillante como esclarecedora el Comunicado de ATTAC España del miércoles pasado. Por cierto ¿cómo es posible que ningún medio de comunicación español se haga nunca eco de los análisis de una de las organizaciones más consistentemente críticas y progresistas de nuestro país?

La mencionada Declaración es un estricto "más de lo mismo". Convocada por y celebrada en los EE UU; reservada a los grandes países excluyendo a más de un tercio de la población mundial; insistiendo en los salvíficos principios liberales de la fuerza salvadora de la libertad de comercio y de los mercados competitivos; reclamando un reforzamiento de las instituciones internacionales -OMC, FMI, Banco Mundial- responsables de la debacle, que son los que hay que sustituir cuanto antes; predicando una política monetaria de objetivo único, controlar la inflación, olvidando las necesidades de las clases modestas y de las PYMES; sin una sola propuesta efectiva para acabar con los paraísos fiscales; en definitiva, sepultando aún más los Objetivos del Milenio. Sólo una movilización popular e intelectual, insistida y de gran calado, podrá ayudarnos a acabar con tanta patraña y tantas desvergüenzas

José Vidal Beneyto. El País

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Más de la mitad de las empresas españolas del Ibex 35 operan en paraísos fiscales

Según un informe del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa (ORSC), 18 de las 35 empresas del IBEX poseen empresas participadas en paraísos fiscales. La falta de transparencia y de control facilita dichas actividades.


Empresas del sector energético como Iberdrola o Gas Natural, de la construcción como ACS y Ferrovial, bancos como BBVA, Banco Popular, Santander o Banesto, y otras como Repsol YPF, PRISA, Inditex o Telefónica, son solo algunos ejemplos de las 18 empresas del IBEX 35 que, según un informe del ORSC, por algún motivo tienen presencia en países considerados paraísos fiscales. “Nos limitamos a revisar los anexos de cuentas de 2006 y comprobamos que estas empresas tenían algún tipo de actividad en centros off-shore”, afirma Orencio Vázquez, miembro del ORSC. No obstante, el estudio se limita a constatar la existencia de estas actividades: “es imposible profundizar más, ya que sólo contamos con las cuentas que están obligados a presentar a sus accionistas, por imposición de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV)”, concluye Vázquez, al referirse a las reticencias de las empresas a afrontar estos temas.


“Cuanto más grande es la empresa, más posibilidades tiene de invertir en paraísos fiscales”, confirma Nuria Almirón, miembro de ATTAC y de la Red por la Justicia Social. Si bien el informe destaca que son los bancos los más proclives a servirse de estas actividades, ya que cuatro de las cinco entidades bancarias del IBEX tienen alguna actividad en paraísos fiscales. Según estas mismas cuentas, que tan sólo muestran la punta del iceberg, en el año 2004 estaban radicadas en paraísos fiscales el 11% de las sociedades del grupo BBVA, la misma proporción de La Caixa y Santander, el 10% de las del grupo Banco Popular y más del 15% del grupo Sabadell Atlántico. De hecho, casi el 80% del dinero que opera en paraísos fiscales son inversiones bancarias y servicios financieros.


La banca en retroceso

En el año 2001, saltó a la luz pública uno de los mayores escándalos por cuentas bancarias en paraísos fiscales. Ese año quedó al descubierto que el BBVA había destinado 55,8 millones de euros en fondos de pensiones para ex consejeros ejecutivos, ocultos en paraísos fiscales durante 13 años, algo que solo reveló ante la CNMV ese mismo año.


Sin consecuencias jurídicas, situaciones como ésta han hecho levantar el pie de la inversión bancaria en paraísos fiscales. Los dos grandes bancos del Estado, BBVA y Santander, redujeron sus beneficios por actividades en centros off-shore, en 2006, un 49,8 y 83%, respectivamente. Las denominadas consecuencias “reputacionales”, el hecho de que estas cuentas no tengan fondos de garantía de depósitos, cuestión especialmente sensible tras la crisis de las subprime, y, sobre todo, que los países de origen de los capitales comienzan a ofrecer mayores ventajas fiscales son causa del descenso de las inversiones bancarias en paraísos fiscales. “La banca es intermediaria de todas las empresas que quieran invertir en Bolsa, por eso le va bien ese escenario de opacidad y mantiene un cierto nivel de inversiones”, afirma Nuria Almirón, para dejar claro que la banca no terminará sus actividades en estos centros.


Falta de transparencia

Precisamente, uno de los grandes atractivos de estos centros off-shore es la oscuridad que los rodea. “La transparencia es poca o nula, de tal manera que una empresa o un fondo de inversión de un particular no tiene que dar explicaciones de cuánto ha ganado ese año o de transacciones o adquisiciones de empresas que a lo mejor no son legales, porque en sus países de origen hay reglamentaciones que prohíben la acumulación de propiedad”, afirma Nuria Almirón, para quien las grandes compañías buscan algo más que la mera evasión fiscal. Esa misma opacidad ha impedido delimitar el número de paraísos fiscales existentes en el mundo. Aunque la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) reconoce 35 centros off-shore, la cifra data del año 2000. “Esa lista es minúscula, porque la original, mucho mayor, se redujo cuando se exigió a los Estados que reformaran su legislación para hacerla más transparente, y sacó de la lista a quienes prometieron hacerlo. Como en realidad ningún Estado ha hecho nada, ya ni publican lista alguna”, precisa Almirón. Según la Red por la Justicia Fiscal, la cifra llegaría a 70. Los datos conjuntos de la OCDE y el FMI sitúan a 18 de ellos en Europa.


La situación en el Estado español no ha mejorado demasiado en los últimos años, pues no existe una política centralizada de lucha contra la fuga de capitales a estos centros offshore. Según las organizaciones de inspectores de Hacienda, la Agencia Tributaria es muy reacia a coordinarse y compartir datos con las administraciones autonómicas y locales, lo que sería muy útil para combatirlos.


“Una solución sería que las autoridades públicas no acepten hacer ningún tipo de negocio y que no concedan licencias o hagan tratos con empresas con una sola actividad en paraísos fiscales”, concluye Nuria Almirón.

Para los inspectores de Hacienda, las soluciones pasarían por medidas tales como no reconocer la personalidad jurídica de las sociedades erradicadas en estos territorios, instaurar una tributación del 24% en el Impuesto de Sociedades para las actividades que se tengan en estos territorios e incluso prohibir a las entidades bancarias que tengan filiales o sucursales en dichos territorios. En la UE las medidas que se han tomado hasta el momento han perseguido exclusivamente la aplicación de las denominadas ‘reformas positivas’, es decir, acercar el régimen fiscal de estos países al de los centros off-shore. Estas medidas están basadas en el informe de 2001 Políticas fiscales en la UE, el cual indicaba que la competencia fiscal puede ser positiva para el crecimiento de la economía.

F. Javier Aguayo - Periódico Diagonal




Cumbre de Washington del G-20: ¡¡Que siga el juego!!

Comunicado de ATTAC España
El pasado sábado vio la luz la Declaración de la Cumbre de Washington, celebrada por el grupo de países G-20. Desde ATTAC-España queremos hacer una valoración de la misma, señalando tanto aquellos aspectos que pueden considerarse como avances, como poniendo en evidencia aquellos otros que a nuestro juicio siguen constituyendo un lastre para escapar de la crisis sistémica en que se encuentra sumida la Humanidad. Hace unas semanas los movimientos de ciudadanos/as ATTAC de toda Europa utilizábamos el eslogan ¡¡Cerremos el casino financiero!! para resaltar las características de juego de azar y de ausencia de control democrático en el funcionamiento de los mercados financieros, las cuales están en la base del actual colapso de la economía real. Una vez analizados los Principios y el Plan de Acción contenidos en la mencionada Declaración cabe afirmar, que se han sentado las bases “para que siga el juego”.

RESPECTO A LOS PAÍSES PARTICIPANTES EN LA CUMBRE. Cuando se trata de evaluar el desmoronamiento del sistema neoliberal que campa a sus anchas por todos los rincones del planeta desde hace 30 años, así como sentar las bases de otro que lo supere, sería necesario que en dicho proceso hubieran participado todos los pueblos de la Tierra en el marco de una conferencia auspiciada por Naciones Unidas, especialmente los que se han visto más afectados por las políticas neoliberales y sobre los cuales repercutirán mayormente los efectos de esta crisis. Sin embargo, la Cumbre de Washington ha sido convocada por Estados Unidos, la potencia militar y económica que ha conducido al actual “desorden mundial”, y más allá de los países con mayor PIB y/o renta per cápita del club de los más enriquecidos, sólo se ha ampliado el círculo para contar con las llamadas potencias económicas emergentes, lo que de hecho puede interpretarse como un paso hacia la multilateralidad en las relaciones internacionales. Si embargo, pesan mucho más las ausencias: ¿Quiénes han defendido y planteado en la Cumbre los intereses y los problemas de esa tercera parte de la población mundial ausente y, en particular, la de los pueblos empobrecidos y saqueados de África y el Magreb, Oriente próximo y Oriente medio, Asia Central o América Latina?.

NO SE CUESTIONA EN NINGÚN CASO EL PARADIGMA ECONÓMICO NEOLIBERAL PRODUCTIVISTA Y CONSUMISTA. Se sigue planteando el objetivo de restaurar el crecimiento económico en los términos en que lo ha entendido el sistema capitalista durante el último siglo, sin considerar como un grave problema el agotamiento de los recursos naturales y el aumento de los niveles de contaminación que están poniendo en peligro la continuidad de la vida sobre el planeta. Ante este inmovilismo sería necesario desarrollar conceptos emergentes como el “decrecimiento” y “la satisfacción austera de las necesidades básicas”, conectando la conservación del medio ambiente con la reducción efectiva de la pobreza. Sin embargo, se continúan poniendo como guía los principios del mercado libre en la forma de eliminación de obstáculos al comercio y la inversión, favoreciendo así unas mayores desigualdades entre los diferentes pueblos de la Tierra y aumentando los procesos de rapiña y expolio de los recursos y la riqueza de los pueblos del Sur, dirigidos desde los gobiernos y multinacionales del Norte. Ese no es el camino para la pretendida reducción de la pobreza.

SIGUEN TIRADOS EN LA CUNETA DEL OLVIDO OTROS GRAVÍSIMOS PROBLEMAS DE LA HUMANIDAD. La Cumbre ha sido monográfica sobre la reforma del sistema financiero mundial, y tan solo ha citado en una línea de la Declaración otros problemas más urgentes si cabe tales como el cambio climático, el comercio internacional de alimentos (soberanía alimentaria) y la seguridad energética (que no un acuerdo sobre la producción y el consumo de energía a escala mundial que promueva el uso de energías alternativas), eso sí, sin dedicarles ni una sola reflexión de calado político. En definitiva, otra ocasión perdida para hacer creíbles los Objetivos de Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas, tanto en lo que toca al desmantelamiento de todo el entramado económico, político y militar que divide a la humanidad por un profundo abismo, así como por su nula concreción en apoyos financieros para acelerar su consecución (al contrario de los inmediatos y desbordantes fondos comprometidos en los planes de rescate del sector bancario y financiero, que superan ampliamente el billón de dólares y que se están destinando a cubrir las pérdidas de las entidades financieras que han jugado en el casino financiero). Hay que recordar que una veinteava parte de esta cantidad que ahora se regala a los bancos (por haber sido “perdedores, ineficientes, arriesgados o estafadores”) hubiera servido para hacer frente a la pobreza en el mundo y a cumplir con esos Objetivos del Milenio que una y otra vez se postergan.

AMBIGÜEDAD Y FALTA DE CONCRECIÓN AL DEFINIR LAS CAUSAS DE LA CRISIS. Tras una loa al reciente período de fuerte crecimiento global, crecientes flujos de capitales y prolongada estabilidad, que hace olvido de crisis recientes como la burbuja tecnológica o las crisis financieras o de la deuda en Argentina, México, Rusia o el sudeste asiático, la Declaración afirma textualmente ,como importantes causas subyacentes de la situación actual, que se han aplicado “unas políticas macroeconómicas incoherentes e insuficientemente coordinadas y unas reformas estructurales inadecuadas que han llevado a unos resultados macroeconómicos insostenibles a escala global”. La cita entrecomillada es absolutamente demoledora y pone en cuestión todo el marco institucional y de política económica neoliberal seguido en los últimos tiempos. No obstante, se deja ahí, como caída del cielo. Sería como decir que “la crisis se debe a que se ha hecho todo mal” y acto seguido, pasamos página.

UNA POLÍTICA MONETARIA DE MÁS AMPLITUD DE MIRAS. En la Declaración de la Cumbre también se apela a la política monetaria para salir del atolladero. Implícitamente se reconoce su capacidad anticíclica, con más posibilidades que las de estricto guardián de la estabilidad de precios que le asigna organismos como el Banco Central Europeo. En los tiempos que corren se abren dos opciones: la política monetaria contractiva, vía aumento del tipo de interés, para luchar contra la inflación y ahogar a las familias y a las PYMES; o la política monetaria expansiva, vía reducción del tipo de interés, para dar oxígeno a los agentes económicos más desprotegidos. En Europa, esta última política sólo se ha comenzado a instrumentar recientemente, con más de un año de retraso, favoreciendo así una crisis de la economía real de mayor profundidad. Los criterios “técnicos” del Banco Central Europeo para atajar presuntas tensiones inflacionistas de origen especulativo (precios del petróleo y de los alimentos) han prevalecido sobre los criterios políticos que aconsejaban financiar el consumo y la inversión de la economía real.

LA POLÍTICA FISCAL: ¿LA VUELTA DEL KEYNESIANISMO? También se afirma en la Declaración la conveniencia de recurrir a “medidas fiscales para estimular las demandas internas en un marco político de sostenibilidad fiscal”. Y eso no es otra cosa que la cuadratura del círculo. Por un lado, se propone la reducción de impuestos pero sin señalar cuáles. Por otro lado, aunque no se dice, será preciso un mayor gasto público para atender las prestaciones de desempleo de los/as trabajadores/as que están perdiendo y perderán su puesto de trabajo. Y por último, como la actividad económica retrocede por que ya se ha entrado en recesión (crecimiento económico negativo), los ingresos fiscales se reducirán aunque se mantuvieran los tipos impositivos. ¿Cómo se piensa obtener la sostenibilidad fiscal (el equilibrio presupuestario)? ¿Por qué no se habla abiertamente de incurrir en déficit público para financiar gastos sociales y servicios e inversiones públicas en infraestructuras destinadas a los colectivos más desfavorecidos?. Es hora de reconocer abiertamente que el Pacto de Estabilidad de la Unión Europea es una reliquia del pasado que limita la acción política en el presente.

¿QUÉ HACER CON LAS ACTUALES INSTITUCIONES FINANCIERAS Y COMERCIALES INTERNACIONALES? Al respecto, la Declaración de Washington es absolutamente clara. Se sigue dando un voto en blanco a la OMC, al FMI y al l Banco Mundial para superar una crisis, a sabiendas de que estos propios organismos han contribuido a gestar y a hacer más dura en los países empobrecidos. Utilizando el símil, es como poner de bombero a quien hasta ahora se ha dedicado a meter broza seca en todos los rincones de la economía mundial y ha mirado a otro lado cuando las chispas de la especulación lo han incendiado todo. Nuestra propuesta es sustituir estos organismos por otros nuevos sobre las bases de la igualdad y el control democrático por parte de todos los pueblos del mundo y no de los países más ricos. El nuevo orden mundial que hay que definir no debe basarse sobre los cimientos del actual, sino sobre sus cenizas.

LA UNIÓN EUROPEA COMO CASO EXTREMO DE DESREGULACIÓN FINANCIERA. La Unión Europea carece de una regulación y supervisión comunitaria para las operaciones financieras transnacionales, ya que la supervisión bancaria y de las bolsas solamente existe en cada país; y a los Estados miembros se les prohíbe introducir cualquier restricción en los movimientos de fondos extracomunitarios. No obstante, en la Declaración de la Cumbre se sigue hablando de apoyar la “innovación en los mercados financieros”. Si por algo se ha caracterizado todo el período de primacía neoliberal en la economía mundial, ha sido por esa denominada “innovación financiera” opaca y desbocada, donde se ha llegado a extremos en los que se hace muy difícil de entender y gestionar productos financieros que están concebidos para la especulación y la ganancia rápida en vez de para financiar la economía real, comenzando por la satisfacción de las necesidades humanas más urgentes. Poner coto a esta situación implica frenar y revertir dicho proceso de innovación y regular férreamente los tipos y características de dichos productos. Sin embargo, en la Declaración de la Cumbre, las referencias a los acuerdos para mejorar la supervisión financiera tampoco cuestionan los presupuestos de la globalización financiera que, al desmantelar los controles bancarios de los Estados durante la década de los noventa, ha generalizado la libre movilidad internacional del capital como principio organizativo. Hay que destacar, que en el marco de las negociaciones de la Ronda de Doha, la UE continúa presionando a los países en desarrollo para que liberalicen aun más el sector de servicios financieros.

NADA SOBRE LA DENUNCIA Y SUPRESIÓN DE LOS PARAÍSOS FISCALES. A pesar de que los paraísos fiscales o centros offshore son la piedra angular sobre la que descansa la estructura financiera internacional, así como refugio de actividades delictivas de lo más variadas (evasión de impuestos, narcotráfico, contrabando de armas, tráfico de personas, terrorismo), en la Declaración de la Cumbre se los denomina eufemísticamente como “jurisdicciones no cooperadoras y poco transparentes”, como si la cooperación y la transparencia hubieran sido la enseña del marco financiero que acaba de derrumbarse. En los paraísos fiscales reposa a buen recaudo una cuarta parte de la riqueza mundial, entre la que cabe mencionar los activos de muchos bancos e instituciones que se supone han quebrado, por lo que la liquidación de estos escondites privilegiados podría ayudar a mejorar la transparencia del sistema, además de significar un buen estímulo financiero para salir de la crisis. Dentro de Europa, o como territorios dependientes de países miembros de la Unión Europea, están en la lista de paraísos fiscales las Islas Caimán, las Islas Vírgenes Británicas y Gibraltar (ligados al Reino Unido), Liechtenstein, Andorra y Luxemburgo.

CLAVES DE LAS REFORMAS QUE ESTÁN POR VENIR. En la Declaración de la Cumbre se afirma que dichas reformas deben basarse en “el libre mercado, la propiedad privada, el comercio y las inversiones libres en mercados competitivos”. Y esta contundencia dice a las claras el alcance y la profundidad de los cambios que se avecinan, es decir, maquillaje puro. Si partimos de que el libre mercado competitivo sólo existe en los manuales de Economía que se imparten (todavía) en las Facultades donde aprenden los/as economistas y gestores/as de empresas del futuro, lo que toca es acercarnos a la realidad, que es mucho más compleja en matices, y desenmascarar cómo las relaciones comerciales, inversiones productivas y/o especulativas y guerras “humanitarias y preventivas” están detrás de que cada vez haya una mayor parte de la humanidad sumida en la desesperación de la pobreza y la violencia. Por mucho que se empeñe el presidente saliente de Estados Unidos y los líderes mundiales que apoyan sus tesis el futuro pasa por abrir puertas al debate de otras formas de organización social, política y económica, así como a organizaciones de la sociedad civil que están detrás de ellas. Esta Cumbre ha mantenido cerradas bajo llave estas puertas hacia la esperanza.

LA OBSESIÓN ENFERMIZA POR EL LIBRE COMERCIO. La Declaración sigue abundando en las bondades del libre comercio internacional y en el papel de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en su empeño de desmantelar las barreras de la inversión y el comercio de bienes y servicios que perjudica notoriamente a los países menos desarrollados. Parafraseando a Reagan, podemos decir que la OMC no es la solución, sino el problema. En vez de reconocer los efectos perversos de la liberalización comercial en muchos aspectos que tienen que ver con la satisfacción de las necesidades básicas (incluyendo la provisión de servicios públicos esenciales), el deterioro ambiental del planeta y el empobrecimiento de amplias áreas marginales del mundo, la Cumbre de Washington corre un tupido velo y se reafirma en el compromiso de cerrar la ronda de negociaciones de Doha que quedó varada en la arena, entre otros motivos, por su cerrazón para no considerar el carácter prioritario del derecho a la alimentación (soberanía alimentaria) sobre aspectos instrumentales como la liberalización comercial. La incapacidad de acabar con el hambre es una muestra más del fracaso de la OMC tras décadas de desregulación de los mercados agrícolas. En materias que tocan a derechos humanos básicos, tenemos que ser escépticos respecto a las posibilidades del mercado y apostar por garantizar su cumplimiento mediante mecanismos públicos que operen con criterios de justicia social.

LA CRISIS DE LA ECONOMÍA REAL ES CONSECUENCIA DIRECTA DE LA CRISIS FINANCIERA. De la lectura de la Declaración de la Cumbre pareciera que hablamos de una crisis circunscrita al ámbito de lo financiero, de manera que las medidas acordadas sólo tienen que ver con éste. La realidad sin embargo es que la propagación de la crisis financiera a la economía real se está dejando sentir con una contundencia dramática a la vez que marca una evolución propia: explosión de la burbuja inmobiliaria, aumento de la morosidad en el pago de préstamos hipotecarios, familias a las que se les embarga su casa o que no pueden acceder a su primera vivienda, despidos masivos y sin precedentes en los sectores más sensibles o estratégicos de la economía, con efecto dominó sobre el resto del sistema productivo. En el origen de todo está la escasez y/o encarecimiento del crédito para financiar la producción de las PYMES y el consumo de las familias, este último ya maltrecho por el creciente peso que la devolución de los préstamos está alcanzando en una renta familiar cada vez más cautiva a largo plazo. Hoy día, los problemas más graves y urgentes de la economía ya no tienen que ver con la delicada situación de las entidades financieras (algunas con beneficios absolutamente desmedidos) y sí con actividades productivas y personas damnificadas por la codicia de dichas entidades que ha contado con la bendición de los poderes públicos.

Ahora más que nunca abogamos por la puesta en marcha de un proceso incluyente, que incorpore la participación activa de todos los gobiernos del mundo, los representantes de la sociedad civil y los movimientos sociales en los foros de debate y decisión que deben abrirse en los próximos meses. Juntos todos, tenemos que ir por delante, articulando las demandas sociales, señalando a la ciudadanía y a los decisores públicos los caminos que entendemos ya están agotados así como las sendas que están por transitar en la búsqueda de alternativas. Es lo que ATTAC ha venido haciendo en los últimos 10 años y nuestro compromiso para esta nueva etapa crucial de grandes cambios en la que ya estamos inmersos/as.

ATTAC España - 18 noviembre 2008

lunes, 17 de noviembre de 2008

G20: un escenario incoherente que es necesario reescribir por completo

Traducido por Guillermo Parodi
La cumbre del G20, que tuvo lugar Washington y congregó a los grandes países industrializados y emergentes, es un fiasco. La crisis financiera internacional es profunda, las Bolsas perdieron cerca de un 40% de su capitalización en octubre de 2008, los mercados financieros dependen de las decisiones tomadas por los Estados para aportar remedios que aclararían su futuro, hoy bien tenebroso. Los focos de actualidad internacional apuntaron durante un fin de semana sobre Washington. Y sin embargo…

Sin embargo, ¿qué pasó en Washington? Se representó un triste espectáculo, un escenario francamente carente de credibilidad, que conmovió a muy pocos espectadores. En las películas policiales, aparecería como bastante extraño que las llaves del Tribunal de Justicia se confíen a los culpables de un crimen abominable. Es, sin embargo, lo que el G20 está organizando…

Desde la crisis de la deuda de 1982, los grandes países industrializados promovieron con vigor medidas económicas neoliberales que el FMI y el Banco Mundial se encargaron de imponer a los países en desarrollo. El Sur, apresado por un sobreendeudamiento causado por la caída de los precios de las materias primas durante las décadas 1980-90 y por un alza brutal de los tipos de interés decididos por Estados Unidos en 1979, se vio obligado a reformar su economía para poder cumplir con sus acreedores, a elección: desregulación loca, privatizaciones masivas, apertura de los mercados en favor de las grandes empresas de los países industrializados, reducción de los presupuestos sociales y de la función pública…Todos los males provenían - según el pensamiento impuesto -, de un exceso de Estado, y era necesario reducir su influencia sobre la esfera económica a toda costa, incluso - y sobre todo - si pretendía defender el interés del mayor número de personas.

Para las poblaciones del tercer mundo, el remedio impuesto por el FMI, el Banco Mundial y luego la OMC, a petición de los dirigentes de los países del Norte, fue peor que la enfermedad. Los levantamientos anti-FMI se multiplicaron, por ejemplo cuando el precio del pan se duplicaba en una noche. Con la notable excepción de algunos Gobiernos de izquierda, a menudo muy desestabilizados tras bastidores para que vuelvan al redil, la mayoría de los Gobiernos del Sur aplicó estas medidas sin pestañar. Presentada como indispensable para la creación de riqueza, la desregulación económica se extendió al planeta entero. Las instituciones financieras privadas entonces tuvieron las manos libres para inventar productos financieros cada vez más complejos con el fin de acumular cada vez mayores beneficios, libres para cerrar los ojos sobre las consecuencias económicas reales. Se crearon algunos ingenios financieros que confundían sin permitir el menor control de las autoridades, y por supuesto sin ninguna moral. Mientras eso fue posible, se disimuló la cara indeterminada de esta desregulación detrás de despreciables bonitas cifras de crecimiento, sin revelar que este crecimiento se refería solamente a los más ricos y que se asistía en realidad a un crecimiento extraordinario de desigualdades.

Más tarde llegó el momento en que ya no fue posible afirmar que la novia era bonita cuando su vestido estaba manchado de sangre. La crisis financiera internacional se desencadenó en agosto de 2007 y se agravó durante el año 2008. Grandes bancos (Northern Rock, RBS, Bear Stearns, ING, Fortis, Dexia, UBS y tanto de otros), grandes compañías de seguro (AIG), grandes organismos de crédito hipotecario (Freddy Mac, Fannie Mae) pidieron ayuda al Estado que menudo aceptó reflotarlos u organizar su rescate. Pero el Estado, en vez de aprovechar la ocasión para retomar el control de esta mecánica infernal que se volvió loca, dejó el poder de decisión en manos de los que pidieron ayuda, o sea en manos de los mismos que condujeron la economía mundial al callejón sin salida actual.

Esta cumbre del G20 es reveladora de que no se aprendió ninguna lección. Los viejos demonios del pasado están siempre allí. El FMI y el Banco Mundial, aunque deslegitimados por el fracaso de las medidas impuestas desde hace 25 años y por la crisis de gobernabilidad que los afecta desde hace unos años (dimisión forzada de Paul Wolfowitz de la Presidencia del Banco Mundial, dimisiones de Horst Köhler y Rodrigo Rato del FMI antes del final de su mandato, reciente investigación en torno a Dominique Strauss-Kahn en el FMI), están todavía en el centro de las soluciones propuestas. La reanudación de las negociaciones en la OMC para aumentar la desregulación económica, que acaba de demostrar su fracaso, se vuelve a poner sobre el tapete. Mientras que hasta hace poco los préstamos del FMI ya no encontraban interesados, ahora aparecieron Hungría, Ucrania y Pakistán como interesados. Contrariamente a las denegaciones de las instituciones en cuestión, las mismas condicionalidades inadmisibles están todavía en vigencia: como contrapartida del último préstamo, Hungría debió decidir entre otras cosas la supresión del decimotercero sueldo (aguinaldo) y la congelación de los salarios para los funcionarios. El Japón incluso propuesto proporcionar hasta 100 mil millones de dólares al FMI para que pueda aumentar sus préstamos y proseguir su desastrosa acción. Por otra parte, la reunión de Washington para encontrar una solución mundial a la crisis actual no se celebra en el marco de las Naciones Unidas, sino en el marco limitado del G20. Son pues los promotores de un modelo injusto y no viable a largo plazo los encargados de resolver el problema. Las únicas soluciones propuestas defienden el interés de los grandes acreedores. Las poblaciones y los países pobres, como es habitual, no tienen participación.

Cuando un escenario se presenta tan incoherente y tan mal armado, siempre se espera una reacción que aporte un poco de justicia y moral al conjunto. Esta reacción no puede provenir sino de las luchas sociales que impondrán en todo el mundo una reorientación radical de las elecciones económicas. Y si la película termina tan mal como comenzó, el riesgo es grande que los espectadores estén de verdad muy descontentos y lo hagan saber a los veinte promotores de la Cumbre de manera más bien vehemente…

Damien Millet es portavoz del CADTM Francia (Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, www.cadtm.org), autor de África sin deuda, Icaria, Barcelona, 2008. Eric Toussaint es presidente del CADTM Bélgica, autor de Banco del Sur y nueva crisis internacional, El Viejo Topo, Barcelona, 2008; Abya-Yala, Quito, 2008; Observatorio DESC-Bolivia, La Paz, 2008. También es autor de Banco mundial: el golpe de estado permanente, El Viejo Topo, Barcelona, 2007; Abya-Yala, Quito, 2007; CIM, Caracas, 2007; Observatorio DESC-Bolivia, La Paz, 2007.

Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) Sitio Web: http://www.cadtm.org

Guillermo Parodi es miembro de los colectivos de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala.

Informe urgente para entender el documento del G-20 sobre la crisis financiera.

Muchos principios manidos, muy poca voluntad de cambio.
La reunión de los dirigentes de los países más ricos del mundo para abordar la situación económica y financiera del planeta concluyó con la firma de un documento en el que se presentan un somero análisis de la crisis y las propuestas y compromisos a los que han llegado para hacerles frente.

Se trata más bien de un documento de principios, algo que por sí ya es significativo pues de algún modo indica que lo que se haga a partir de ahora debe responder el encuadre general del documento. Y este encuadre es, al mismo tiempo, muy manido (porque no hace sino recurrir a los archiconocidos principios del liberalismo de salón) y bastante cínico (puesto que se trata de los principios que los ricos hacen cumplir a los demás pero que ellos no cumplen nunca para protegerse.

Por tanto, hay que valorarlo como tal documento de principios, y esperar a que se le vaya dando concreción en los próximos meses.

Lo que ahora se puede hacer es conocer lo que se propone, tratar de descubrir lo que hay detrás de la retórica diplomática y de la ideología liberal que claramente lo inspira y subrayar lo que sin duda alguna le falta para que pudiera ser considerado la expresión de una voluntad firme de cambio en los derroteros que están llevando a la economía mundial a una situación tan problemática

Como la experiencia me dice que la mayoría de las personas no suelen leer este tipo de documentos porque resultan farragosos y de difícil comprensión, he preparado este texto con la única pretensión de presentar con claridad sus principales contenidos y de comentar los aspectos que me parecen más destacables para entenderlo y para situarlo en el contexto económico e ideológico en el que debe encuadrarse. Al final sacaré algunas conclusiones y dejaré para otro momento las ideas sobre lo que considero que deberían ser planteamientos alternativos a la hora de hacer frente a la crisis (que he ido avanzando en otros artículos que pueden encontrarse en mi web: www.juantorreslopez.com).

Pido disculpas de antemano si la celeridad a la hora de prepararlo me lleva a omitir algún aspecto que en los próximos días pudiera resultar esencial a la luz de nuevas informaciones o desarrollos.

1. El contenido del documento

El documento contiene siete grandes partes cuyos contenidos principales paso a comentar a continuación.

a) Una breve declaración de intenciones

El documento se inicia con una declaración muy significativa puesto que señala que, en realidad, lo que se proponen los dirigentes que lo firman es trabajar en común con dos objetivos: "el crecimiento económico en el mundo y (...) llevar a cabo las reformas necesarias en los sistemas financieros mundiales". No es que sea ni poco ni mucho pero sí la misma idea de siempre: el crecimiento como un bien en sí mismo, algo que se repite constantemente. Y, junto a ello, al menos el propósito de reformar los sistemas financieros.

Y junto a los objetivos, otra breve declaración retórica en torno a los principios que los inspiran y que no hacen sino recoger los mismos mitos de siempre: "Nuestro trabajo se va a guiar una confianza compartida en que los principios del mercado, unas condiciones de comercio y de inversión sin trabas y unos mercados financieros regulados de manera eficaz fomentan el dinamismo, la innovación y el espíritu emprendedor que resultan esenciales para el crecimiento económico, el empleo y la reducción de la pobreza". Sin hacer mención, por tanto, a los problemas de estancamiento, atraso tecnológico, crisis, paro y miseria que esos mismos principios producen también cuando se ponen en marcha.

b) Unas líneas sobre las "causas primordiales de la crisis actual"

El documento pone el dedo en la llaga cuando se reconoce que "las partes actuantes en el mercado han tratado de conseguir rendimientos más altos sin una valoración adecuada de los riesgos y no han puesto en práctica la debida diligencia. Al mismo tiempo, se han combinado unas normas deficientes de aseguramiento frente a riesgos, prácticas poco fiables de gestión de riesgos, productos financieros cada vez más complejos y opacos y el consiguiente apalancamiento excesivo para crear puntos vulnerables en el sistema".

Y también cuando se afirma que los evaluadores y responsables institucionales "no evaluaron ni abordaron de forma adecuada los riesgos que se estaban acumulando en los mercados financieros, ni siguieron el ritmo de la innovación financiera, ni tuvieron en cuenta las complejidades de las medidas reguladoras internas dentro del sistema".

Sin embargo, el documento no parece relacionar los problemas de la crisis financiera con la recesión. Es más, hace una pirueta y señala que las actual situación macroeconómica mundial no sería el resultado de la crisis hipotecaria y financiera sino que deja entrever que ésta se debe a que se han aplicado políticas económicas inapropiadas, aunque sin decir en qué sitios ni de qué tipo: "entre otros importantes factores subyacentes a la situación actual figuran unas políticas macroeconómicas incoherentes e insuficientemente coordinadas y unas reformas estructurales inadecuadas que han llevado a unos resultados macroeconómicos insostenibles a escala global".

Esto es significativo porque parece que lo que se trata es de no reconocer que la mala regulación genera crisis reales y no solo problemas financieros y, además, porque implica afirmar que la recesión, en lugar de ser la consecuencia de la falta de crédito que ha producido la especulación financiera, es el efecto de no aplicar las políticas "adecuadas". No se dice cuáles son estas pero es fácil advertir el juego dialéctico que lleva a deducir que la crisis se ha producido entonces por aplicar medidas alejadas de la ortodoxia económica al uso.

c) Una breve exposición sobre las medidas que se han adoptado y que se van a adoptar.

Los dirigentes comienzan por recordar que han tomado medidas "medidas fuertes e importantes para estimular nuestras economías, proporcionar liquidez, reforzar el capital de las instituciones financieras, proteger ahorros y depósitos, abordar las deficiencias de regulación y descongelar los mercados crediticios, y estamos trabajando en asegurar que las instituciones financieras internacionales (IFIs) estén en condiciones de proporcionar un apoyo esencial a la economía mundial". Aunque inmediatamente reconocen que hace falta hacer más para alcanzar los dos objetivos que se fijan: "estabilizar los mercados financieros y sostener el crecimiento económico".

En consecuencia, se proponen las seis grandes actuaciones que, en realidad, son una mezcla de deseos y de principios ideológicos con muy escasa concreción. Son las siguientes:

- "Mantener nuestros esfuerzos con todo vigor y tomar las medidas adicionales que sean necesarias para estabilizar el sistema financiero".

- "Reconocer la importancia de la contribución de la política monetaria que se considera adecuada a las condiciones internas [de cada nación]". Una declaración bastante confusa y cuyo sentido en esta parte del documento no se puede calibrar bien sin más explicaciones. Cabe pensar que se trata de poner el parche antes de que salga la herida: es decir, subrayar la importancia de la política monetaria ahora que se van a llevar a cabo políticas fiscales de gran impacto.

- "Recurrir en la medida apropiada a medidas fiscales para estimular las demandas internas con efecto inmediato, al mismo tiempo que se mantiene un marco político conducente a la sostenibilidad fiscal". Una declaración que viene a reconocer que, al fin y al cabo, ha de recurrirse al keynesianismo para estimular a las economías, aunque no se ha querido renunciar al la retórica de la sostenibilidad fiscal, una forma inconcreta de reivindicar el dogma de la estabilidad presupuestaria que tanto daño a hecho en los últimos años a las economías.

- "Ayudar a las economías emergentes y en vías de desarrollo a que tengan acceso a financiación en las actuales condiciones de dificultades financieras, facilitándoles liquidez directa y apoyo programado". Puesto que no se señala qué se entiende por "apoyo programado", cabe pensar que la ayuda se limita a la de la liquidez que proporcione el Fondo Monetario Internacional en las condiciones habituales, condicionada a la asunción de programas de actuación. De hecho, el papel reforzado del FMI se cita precisamente en este apartado al decir que "subrayamos el papel importante que corresponde al Fondo Monetario Internacional (FMI) en la respuesta a la crisis". Una expresión evidente de que el documento no se plantea realizar cambios sustanciales pues de querer hacerlos habría que haber comenzado, justamente, por cuestionar el papel que precisamente el FMI ha tenido como desencadenante de esta crisis y de las actuales como efecto de las políticas que viene impulsando en los últimos decenios.

- Animar al Banco Mundial y a los demás bancos de desarrollo multilateral para que empleen a fondo todas sus capacidades".

- "Garantizar que el FMI, el Banco Mundial y los demás BDMs cuentan con recursos suficientes para seguir desempeñando su papel en la superación de la crisis". Una declaración que responde exclusivamente a la idea de reforzar a estos organismo y no a la realidad de las cosas porque de ninguna manera se puede decir que hasta ahora hayan tenido papel positivo alguno en la resolución de la crisis. Todo lo contrario.

d) Unos "Principios comunes de reforma de los mercados financieros"

Además de esas medidas, que como ha podido verse en realidad son más bien simples declaraciones de intenciones sin concreción, al menos de momento, los dirigentes señalan que "vamos a poner en marcha reformas que han de reforzar los mercados financieros y los regímenes reguladores con vistas a evitar crisis en el futuro".

El contenido más interesante es que aunque indican que la regulación , "primera y principalmente, responsabilidad de los reguladores nacionales" también "resulta necesario intensificar la cooperación internacional entre los reguladores y reforzar las normas internacionales, así como, allí donde sea preciso, llevarlas a la práctica de manera coherente, para lograr la adecuada protección frente a acontecimientos globales, regionales y transfronterizos adversos que afecten a la estabilidad financiera internacional".

Sin embargo, aunque se reconoce esa dimensión global de las actividades financieras y de la regulación, no parece que se pretenda alcanzar más que a través de la cooperación, nunca, según el documento, a través de nuevos espacios de gobierno mundial, como es lógico que se hiciera con unas relaciones que tienen en todo el mundo

su espacio de actuación.

Y en este apartado se hace mención también a un principio que, sin embargo, hasta ahora no han respetado los propios gobiernos cuyos dirigentes han firmado la declaración: "Las instituciones financieras -dice el documento- deben cargar asimismo con su responsabilidad en la confusa situación actual y deberían asumir la parte que les corresponda para superarla, lo que incluye reconocer sus pérdidas, aumentar su transparencia y mejorar sus prácticas de gobierno interno y gestión del riesgo".

Lo que no se entiende es que si piensan eso, no lo hayan tenido en cuenta antes de haber puesto a disposición de esas entidades cientos de miles de millones de euros y dólares.

Y dicho eso, los dirigentes indican que se comprometen a poner en marcha políticas coherentes con los siguientes principios comunes:

- "Reforzar la transparencia y la responsabilidad". Lo que principalmente significará "aumentar la información exigible sobre los productos financieros complejos y hacer que las compañías informen de manera exhaustiva y fiel sobre sus condiciones financieras".

- "Mejorar la regulación en profundidad". Esto significa que se pretende "garantizar que todos los mercados financieros, sus productos y los que actúan en los mercados están regulados o sometidos a supervisión de la manera más adecuada a sus circunstancias" (lo que está por ver si llevará consigo o será extensible a los paraísos fiscales) y la "supervisión estricta sobre las instituciones de clasificación crediticia".

Pero es justo en este apartado que podría considerarse como uno de los más avanzados cuando se incorpora una idea que puede hacer que cualquier pretensión de ir demasiado lejos se quede en agua de borrajas.

Me refiero a la siguiente idea que se va a repetir en otras ocasiones a lo largo del texto: "Asimismo, vamos a hacer que los regímenes reguladores sean más eficaces a lo largo del ciclo económico, al mismo tiempo que se asegure que la regulación sea eficaz, que no coarte la innovación y que fomente un mayor intercambio de productos y servicios financieros".

Detrás de esa declaración se esconde una trampa: se asume el principio de que la innovación y el comercio se fomenta con una regulación que no sea muy estricta, que no sea "excesiva" como se dice en otro lugar. Y además, se da a entender que debe ser más generosa en los momentos negativos del ciclo para no frenar el crecimiento. De modo, que puede aventurarse que con este documento no se va a poder ir demasiado lejos en la nueva regulación: ni será muy avanzada ni quizá permanente si predominan las ideas que se subrayan con este comentario.

- "Promover la integridad de los mercados financieros".

También en este apartado el documento es deliberadamente ambiguo y sinuoso. Se dice que los dirigentes se comprometen a mantener la integridad de los mercados financieros "mediante un reforzamiento de la protección a inversores y consumidores, la evitación de los conflictos de intereses, el impedimento de las manipulaciones ilegales de los mercados, las actividades y los abusos de carácter fraudulento y la defensa contra riesgos financieros ilícitos que surjan de jurisdicciones que no estén dispuestas a cooperar". Pero de su propio tenor literal se sigue que los espacios de penumbra no van a desaparecer. De hecho, afirman que van a "fomentar" el "intercambio de información", pero nada más, con las jurisdicciones que "todavía tienen que comprometerse a aceptar las normas internacionales sobre secreto y transparencia bancarios". Pero de las que no se dice nada más.

- "Reforzar la cooperación internacional".

Un objetivo que debería ser esencial y sobre el que los dirigentes se limitan a hacer un llamamiento a "nuestros reguladores nacionales y regionales para que formulen sus regulaciones y otras medidas de manera consecuente", pero sin siquiera señalar de modo concreto y taxativo lo que entienden que debe ser lo "consecuente".

- "Reformar las instituciones financieras internacionales".

De nuevo se vuelve a insistir en este aspecto que se consolida como una de las principales pretensiones: fortalecer, reformando, a "las instituciones surgidas de Bretton Woods para que puedan reflejar más adecuadamente el peso económico cambiante [de las naciones] en la economía mundial al objeto de reforzar su legitimidad y su eficacia". Pero nada se dice de su papel, de su responsabilidad, de la necesidad de democratizar sus procedimientos, del reparto de poder en su interior... ni por supuesto tampoco de crear nuevas instituciones más acordes con los tiempos en los que vivimos y con lo que ellos mismos dicen que son sus deseos de multilateralismo, cooperación y legitimidad global.

e) Una serie de "Cometidos de ministros y expertos"

En este apartado se comprometen a actuar con rapidez para hacer realidad esos principios y se acuerda adoptar una serie de medidas antes del 31 de marzo de 2009. Acuerdan volverse a reunir el 30 de abril del año próximo y piden a los ministros de finanzas que formulen recomendaciones adicionales sobre cuestiones correlativas a las anteriores como la tendencia a los ciclos en las políticas reguladoras (lo que una vez más pone de manifiesto que quieren subrayar que el tipo de nueva regulación que salga no será "represiva" del crecimiento, es decir, que debe ser generosa a la hora de facilitar los movimientos de capital y la creación de medios de pago. O también sobre las revisión de las normas de contabilidad (no se olvide que una de las reivindicaciones de los inversores y entidades es que no haya que registrar los activos por su valor de mercado, precisamente porque de esa manera pueden ocultar mucho mejor las oscilaciones de valor propias de sus actividades especulativas, y habrá que ver si la revisión de la normativa contable con la excusa de la crisis sirve para facilitar el registro contable de la especulación o para dificultar esa practica). Y, de nuevo, sobre el funcionamiento y modos de actuación de los organismos internacionales.

f) Un "Compromiso con una Economía Global Abierta"

Por si no estuviera clara la ideología que inspira el documento, los dirigentes liberales de las principales potencias capitalistas, los socialdemócratas, los comunistas de China o los progresistas de todo tipo que igualmente la han firmado insisten en este apartado sobre sus convicciones: "Reconocemos que estas reformas únicamente tendrán el éxito si están firmemente fundamentadas sobre un firme compromiso con los principios del libre mercado, incluyendo el imperio de la ley, el respeto por la propiedad privada, el comercio y las inversiones libres en los mercados competitivos y se apoyan sobre unos sistemas financieros eficientes y eficazmente regulados. Estos principios son esenciales para el crecimiento económico y la prosperidad, habiendo ya liberado a millones de personas de la pobreza y elevado sustancialmente el nivel de vida a escala global".

Ni una palabra, sin embargo, para los millones de personas que han muerto y que mueren a causa de estos mismos principios. Ni una sola mención a los 25.000 seres humanos que mueren cada día de hambre, ni a los más de 6.000 que fallecen por falta de agua limpia.

Eso sí, se vuelve a re-insistir, para que luego nadie se lleve a engaño, que si bien es necesario mejorar la regulación del sector financiero, "deberemos, sin embargo, evitar un exceso de regulación que podría obstaculizar el crecimiento económico y exacerbar la contracción de los flujos de capital, incluyendo a los países en desarrollo". Una falsedad histórica, porque cuando se registraron más flujos de capitales y mayores tasas de crecimiento fue cuando la regulación financiera estuvo más controlada y fue más severa y represiva.

En este Compromiso con una economía global abierta no podía faltar el mismo reclamo de siempre: "subrayamos -dicen los dirigentes- la importancia crítica que tiene el rechazo al proteccionismo". Y lo dicen y firman todos ellos precisamente a propuesta de quienes son los más dañinos proteccionistas del orbe. Lo proponen cínicamente Bush y los dirigentes europeos y lo que quizá sea peor, lo firman sin rechistar los que están constantemente perjudicados como consecuencia de la doble vara de medir que imponen los ricos.

Con desvergüenza épica hablan de que se comprometen a no "establecer cualquier clase de nuevas barreras a la inversión o al comercio de bienes y servicios" en los próximos 12 meses, cuando quizá los países más desfavorecidos tuvieran que hacer

frente a los efectos de la especulación que los ricos han promovido y generado, y sin que los países ricos digan nada de eliminar las barreras que han venido ahogando a los más empobrecidos.

Y por si eso fuera poco, los dirigentes afirman sin pudor: "Nos reafirmamos en la importancia que tienen los Objetivos de Desarrollo del Milenio, un compromiso que hemos adquirido para ayudar al desarrollo, y urgimos tanto a los países desarrollados como a las economías emergentes a que asuman compromisos coherentes con sus respectivas capacidades y los roles que desempeñan en la economía global". Sin mencionar, por tanto, sus incumplimientos reiterados, sin un ápice de autocrítica, sin un compromiso concreto en este campo, cuando los organismos internacionales están haciendo constantes llamadas urgentes que nunca son oídas, sin hacer referencia a la inmoral asimetría que se ha dado entre la generosidad de sus gobiernos con los bancos y los ricos y la mezquindad con la que hacen frente a sus propios compromisos con los pobres.

Y, para terminar, otros dos compromisos retóricos para los que no hay ni una sola palabra de concreción, ni una sola promesa de actuación efectiva: primero, con lo que llaman "otros retos de naturaleza crítica, como son la seguridad energética y el cambio climático, la seguridad alimentaria, el imperio de la ley y la lucha contra el terrorismo, la pobreza y las enfermedades". Segundo y último, con "la colaboración continua, la cooperación y el multilateralismo", es decir, con todo lo contrario de lo que ha sido hasta ahora su conducta.

Podría decirse que, al menos o por primera vez, ahora están estos compromisos por escrito. Pero es que ni eso es así. Los hubo anteriormente, en las Naciones Unidas, en cumbre de mil tipos y nunca después llevaron a la práctica lo que suscribieron. Si ahora de verdad quisieran que estos aspectos fueran algo más que "otros retos de naturaleza crítica" (el lenguaje diplomático, de pura limpieza, es a veces sencillamente vomitivo) hubieran establecido medidas de actuación, pasos inmediatos y urgentes a dar, planes de acciones efectiva. Pero no lo han hecho.

g) Plan de Acción para la implementación de los Principios para la Reforma.

El documento de los líderes termina con un Plan de Acción orientado a poner en marcha los anteriores principios y que se concreta en las siete áreas anteriores, en cada una de las cuales se señalan unas medidas para llevar a cabo antes del 31 de marzo y otras a medio plazo.

Presento a continuación aunque de forma muy resumida las más importantes en cada campo para que se pueda comprobar en qué escasa medida se concretan y su alcance bastante reducido en la mayoría de los casos:

1. Refuerzo de la Transparencia y la Responsabilidad

Entre las medias a tomar antes del 31 de marzo próximo destacan las encaminadas a reforzar los métodos de valoración de garantías, a resolver las posibles debilidades contables y hallar pautas para el control de los elementos que figuren fuera de balance, a reforzar la debida transparencia para los participantes en los mercados de los instrumentos financieros complejos que lancen las diferentes firmas y a generar un conjunto unificado de buenas prácticas en el tratamiento de fondos de capital o fondos de alto riesgo. Es decir, a normalizar las prácticas que se han ido llevando hasta ahora de modo irregular, sin transparencia, con gran opacidad u ocultación y, por tanto, sin que queden rigurosamente registradas en las cuentas de las empresas. Aunque, como puede deducirse de esa pretensión, para nada se trata de evitarlas o ni siquiera de establecer mecanismos que pudieran desincentivarlas.

A medio plazo se propone crear una única normativa global de alta calidad, asegurar una aplicación coherente y un refuerzo de normas contables de alta calidad, lograr que las instituciones financieras deberán proporcionar en sus informes instrumentos reforzados para el descubrimiento de riesgos y desvelar todas sus pérdidas y asegurarse de que en las informaciones económico financieras de cualquier institución financiera se proporcione una descripción completa, exacta y puntual de las actividades de la firma. Y esto que parece algo básico ni siquiera a corto plazo o con carácter de urgencia.

2 Refuerzo de una Regulación Firme

Con carácter inmediato se tratará de que el FMI y otros entes reguladores y organismos desarrollen las recomendaciones precisas para que la revisión de la valoración, el apalancamiento, el capital bancario, la compensación ejecutiva y las prácticas de aprovisionamiento (es decir las prácticas que más o menos han venido a causar la crisis que estamos viviendo) pueden exacerbar las tendencias cíclicas. Léase bien: no que desaparezcan, que se mitiguen, que se reconduzcan, que se limiten o que se disciplinen de alguna manera, sino solo que no exacerben las tendencias cíclicas. O sea que, no hagan más duros los vaivenes que se entienden que ya de por sí tienen las economías de mercado.

Lógicamente, para saber el alcance de todo esto habrá que ver qué entienden los organismos reguladores por toda esta retórica cuando vayan formulando sus propuestas.

A medio plazo se plantea que los países o regiones que aún no lo hayan hecho se comprometan a revisar e informar sobre la estructura y principios de su sistema regulatorio, para, de tal forma, poder asegurarse de que es compatible con un sistema financiero moderno y crecientemente globalizado. Lo que tampoco está claro es si este texto dará pie a abordar la situación de los paraísos fiscales y a la necesidad de evitar que haya territorios libres y con capacidad para evadir normas y capitales de todo tipo.

Es particularmente interesante, aunque igualmente ambiguo, otro de los párrafos incluidos en este epígrafe y que dice que "los organismos correspondientes deberán revisar la naturaleza diferenciada de las regulaciones en los sectores de la banca, títulos, y de seguros", lo que podría permitir avanzar en la redefinición del sistema financiero para evitar la mezcolanza hoy día existentes, sobre todo, entre la actividad bancaria (que debería estar orientada a financiar la actividad productiva) y el resto de las actividades financieras (generalmente orientadas hacia la especulación). Además, de nuevo se vuelve a incidir aunque igualmente con ambigüedad sobe la necesidad de "acometer una revisión del panorama de la regulación financiera, poniendo un especial énfasis sobre instituciones, instrumentos y mercados que actualmente se encuentran sin regular, además de asegurar que todas las instituciones sistémicamente relevantes se encuentren adecuadamente reguladas".

3 Supervisión prudencial

En este aspecto y como tarea inmediata se propone dar los pasos necesarios para asegurar que las agencias de calificación crediticia (cuya actuación corrupta ha permitido difundir por todo el sistema financiero internacional gato por liebre, es decir, productos arriesgados y nada valiosos por otros de alta valoración) se atengan a los estándares internacionales que operan en otro tipo de actividades:

Se propone también que las autoridades "se aseguren de que las instituciones financieras mantengan un capital adecuado en la cantidad necesaria para que se mantenga la confianza", aunque queda por decir, en todo caso, qué se hará cuando se descubra que efectivamente hoy día carecen de él.

Un cambio importante, que dependerá de hasta dónde llegue, se dará si se establece la medida que se propone en este campo orientada a que se establezcan "ciertos requisitos (sin decir cuáles) fortalecidos de capital para los créditos estructurados y las actividades de securización de los bancos", es decir, para el tipo de operaciones que ha generado la crisis en la medida en que provocado la difusión de productos muy opacos y arriesgados.

Al mismo tiempo se señala la urgencia de tomar medidas para evitar el riesgo inherente a las operaciones de financiación que se vienen realizando en los mercados financieros para hacer frente a la crisis y en el marco dificultoso que está creando.

    4. Gestión del riesgo

En este apartado y con carácter urgente se propone que los reguladores adopten criterios generales que sirvan para que las entidades financieras gestiones el riesgo con mayor eficacia. Bien mediante mejores controles internos, mediante mayores "colchones de liquidez) o mediante la aplicación de incentivos que promocionen la estabilidad.

En realidad, pues, se esta hablando de poner coto a la deriva de los bancos que en los últimos años ha provocado el marasmo financiero en que vivimos. Pero cómo lograrlo. El documento no concreta, se limita a expresar un desideratum a veces de una ingenuidad pasmosa como cuando dice que "los bancos deberán ejercer una gestión eficaz del riesgo y llevar a cabo las debidas diligencias con respecto a la securización y los productos estructurados" (los productos que los bancos hacen nacer de otros productos para lograr más liquidez). O sea, que los dirigentes de los países más ricos del mundo se reúnen para decirle a los bancos que sean diligentes y no sean tan atrevidos y arriesgados como hasta ahora a la hora de ponerse a ganar dinero

Quizá no sea menos ingenuo el documento cuando a medio plazo pide que en el futuro "los mandatarios reguladores sean conscientes y capaces de responder con rapidez a la evolución y la innovación en los mercados y los productos financieros".

5 Promoción de la integridad en los mercados financieros

Para ello se propone con carácter inmediato que las autoridades regionales y nacionales trabajen juntas, que compartan la información sobre las amenazas contra la estabilidad del mercado y que revisen la normativa de conducta empresarial para proteger a mercados e inversores especialmente frente a la manipulación y los fraudes en el mercado.

A medio plazo las autoridades nacionales y regionales deberán poner en marcha medidas nacionales e internacionales que protejan el sistema financiero global de jurisdicciones no cooperadoras y poco transparentes que constituyan un riesgo de actividad financiera ilícita.

También se indica que el Grupo de Acción Financiera deberá continuar con su importante trabajo contra el blanqueo de dinero y la financiación terrorista, aunque no se mencionan explícitamente otras formas de trasgresión de la legalidad ni se señala en que forma van a instrumentarse mecanismos que eviten las conductas que de esta naturaleza.

6 Refuerzo de la cooperación internacional

A corto plazo se menciona la necesidad de fortalecer el contacto, la comunicación y la coordinación pero, como he señalado más arriba no se menciona la necesidad de crear nuevas instancias de gobernanza y decisión.

7 Reforma de las instituciones financieras internacionales

Para antes del 31 de marzo próximo se destaca la necesidad de fortalecer el FMI y de consolidarlo como la instancia de revisión central e incluso se menciona la posibilidad de aumentar sus recursos.

Se menciona la posibilidad de "explorar nuevas formas de restaurar el acceso a los créditos por parte de los países emergentes y en vías de desarrollo", aunque sin que algo tan fundamental merezca una propuesta más concreta y firme.

Se propone que los bancos de desarrollo multilateral apoyen a los países que lo necesiten "en los casos en que los graves trastornos del mercado han limitado el acceso a la financiación necesaria", pero, en todo caso, siempre "a los países con buenos antecedentes y políticas sanas". O sea, justamente las políticas recomendadas por el FMI o el banco Mundial que no son las que han adoptado los poderosos y que, precisamente, los han venido desestabilizando, desarmando y empobreciendo en los últimos años.

Entre las acciones a medio plazo que se proponen en este campo destacan la propuesta de que "las economías emergentes y en desarrollo deberán tener más voz y representación" en las instituciones de Bretton Woods.

2. Valoración urgente del documento

1. La reunión de los dirigentes mundiales era necesaria para tomar medidas, pero era completamente indeseable que se llevara a cabo a partir de una convocatoria unilateral que casa muy mal con la intención del documento de adoptar en el futuro medidas basadas en el multilaterialismo.

Es verdad que a la reunión asistieron los dirigentes de los países que representan un porcentaje muy grande del PNB mundial pero precisamente por el hecho de que estaban allí los ricos es por lo que se echa en falta, una vez más, la voz de los pobres. Sobre todo porque hay una verdad histórica que no se quiere reconocer y es que en realidad no hay países pobres sino empobrecidos.

No puede haber una respuesta satisfactoria a la crisis para todo el mundo si no se oye la voz de todo el mundo. Sobre todo, cuando los empobrecidos son los más perjudicados de la crisis de los ricos, directamente porque ellos la han generado e indirectamente porque para solucionarla irán recursos que podrían ir a resolver sus necesidades.

2. El documento habla de la crisis pero no aborda con nitidez ni rigor de sus causas, no hace mención explícita de sus responsables, confunde cuando no vincula la recesión de la economía real con la especulación financiera, con la avaricia de los bancos, con la complicidad de las autoridades reguladoras, de muchos gobiernos.

3. El documento habla de reformar los mercados y las relaciones financieras pero:

- No da indicaciones concretas sobre la naturaleza y el alcance de la regulación. Al contrario, constantemente advierte de que no se podrá ir muy lejos porque establece una identificación falsa entre regulación "soft" y mayor crecimiento e innovación.

- Mantiene en pie el entramado institucional que ha consentido y facilitado el desarrollo de la crisis.

- No crea o menciona la creación de instrumentos que acaben o incluso que desincentiven las operaciones letales para la economía que se han venido realizando en el sistema financiero. Más bien se limita a señalar que lo que se debe hacer es regularlas para aliviar sus efectos sobre la economía real.

- Menciona la necesidad de establecer un nuevo marco para la actividad bancaria, pero no concreta ni da pautas claras sobre las que deban actuar los reguladores.

- Reconoce que la regulación financiera es un problema de ámbito global pero sigue dejando en manos de los reguladores nacionales la responsabilidad principal de ponerla en marcha.

En definitiva, siendo la reforma del sistema financiera el primer gran objetivo de la cumbre, el documento se limita a establecer principios generales que luego podrán ser interpretados de muchas formas. Y, por tanto, susceptibles de ser llevados a la práctica con alcances muy diferentes.

4. El documento habla de los efectos perniciosos de la crisis sobre la economía real y apunta la posibilidad de llevar a cabo actuaciones pero en el marco de una concepción de las intervenciones fiscales muy conservadora que, si se siguen al pie de la letra, las limitarán al corto plazo y a tener cuantías limitadas en función de la potencia de cada economía.

Por el contrario, ni se menciona la necesidad de cometer planes de largo alcance a escala global para salvar la demanda y para que de esa forma puedan afrontarse las necesidades insatisfechas de millones de personas.

5. El documento se limita a considerar como objetivos de la acción gubernamental la reforma financiera (que en los términos en que se plantea será insuficiente y limitada) y el crecimiento económico, sin entrar tampoco a considerar que éste último objetivo no es en sí mismo deseable, porque para que lo sea debe estar vinculado a la mejor calidad de vida, a la justicia, a la eficiencia energética, o a la sostenibilidad medioambiental, y a nada de ello se hace referencia.

6. Todo el documento utiliza constantemente palabras de doble o triple sentido, de cuyo alcance efectivo no cabe hacerse una idea rigurosa: ¿cuáles son las políticas "incoherentes", en qué consiste una reforma "adecuada", qué es una "consecuencia indirecta negativa para el gasto público"?.

7. El documento continuamente da vueltas sobre unos pocos principios que se supone sacrosantos por su capacidad para proporcionar efectos positivos, cuando en realidad nada ha demostrado hasta ahora que sea así. Es una constante loa, por ejemplo, a los principios del mercado, olvidando que esos principios han sido los que las propias administraciones han utilizado para llevar a cabo la regulación que ha provocado la crisis.

O también al libre comercio y a la crítica del proteccionismo, cuando lo que viene ocurriendo es que las grandes potencias han establecido un régimen que significa protección para ellas y apertura sin defensas para las más pobres.

8. El documento ni siquiera menciona mecanismos e instrumentos alternativos a los que se han venido utilizando hasta ahora y que, como está a la vista, no han impedido que se genere la crisis que se quiere evitar...recurriendo de nuevo a ellos. Me refiero, por ejemplo, a la necesidad de establecer impuestos o tasas globales, frenos a los movimientos especulativos de capital, planes expansivos de gasto a escala internacional que no sean los de la guerra, compromisos exigibles en el plano de la cooperación internacional, programas de restitución a los países empobrecidos, alivio de la deuda externa...

9. El documento por supuesto no menciona una sola vez la palabra especulación, pero ni siquiera las consecuencias nefastas de la plena libertad de movimientos de capital que incluso el Banco Mundial tuvo que reconocer en su momento, Ni hace referencia a que el papel de los estados se muestra cada vez más necesario para corregir los fallos del mercado, claro que ni siquiera se alude a que éste pueda tenerlos. En consecuencia, y salvo a corto plazo como medida de choque, el documento renuncia a instrumentos que no sean los intrínsecos al mercado para salir de la crisis y para evitar que vuelvan a darse otras en lo sucesivo.

10. En definitiva, el documento es un texto ideologizado, basado en principios viejos y manidos, que apunta algunos cambios fundamentales en la regulación financiera pero con carácter tan ambiguo y general que no es posible saber en qué línea derivará en los próximos meses.

Seguramente, y sabiendo que Bush tiene los días contados en la Casa Blanca, los demás gobiernos se han conformado con celebrar una reunión que al menos manifiesta la necesidad de hacer algo conjuntamente, pero sin saber bien qué han de hacer.

Al igual que sucedió con los planes de rescate que han ido adoptando en los meses anteriores, ahora siguen sin saber cómo actuar, qué medidas llevar a cabo. En realidad, la cumbre y el documento de conclusiones constituyen más bien una especie de autorización implícita que los gobiernos se dan entre ellos para que cada uno trate de abordar la situación como mejor pueda a través del único y mejor remedio conocido para hacer frente a estas situaciones (la expansión del gasto) pero que hasta ahora todos habían demonizado.

Eso permitirá que los países adopten medidas de expansión presupuestaria sin ser castigados por ello, pero el problema seguirá siendo el mismo de antes de la reunión: si no se adoptan medidas urgentes sobre la actividad bancaria, de regulación más estricta de los mercados financieros y sobre la economía real, la dimensión financiera de la crisis seguirá aumentando y empeorando y la recesión de la economía real irá en aumento y se extenderá irremisiblemente.

Es verdad que la cumbre ha puesto una parte de los problemas sobre la mesa y que a partir de ahora habrá que abordarlos ya sin remedio. Pero solo eso, porque la perspectiva desde la que han señalado que quieren hacerlo y el horizonte al que se proponen llegar es francamente limitado y frustrante. Si tuviera que apostar apostaría que incluso antes del 31 de marzo previsto tuviera que haber otra reunión de los poderosos. Aunque posiblemente con una agenda distinta y mucho más preocupante.

Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla (España) y miembro del Consejo Científico de Attac España. Su web personal http://www.juantorreslopez.com