jueves, 20 de diciembre de 2012

Los ricos no crean empleo

En nuestras sociedades occidentales existe la extendida creencia de que los ricos son los principales creadores de empleo. Los argumentos esgrimidos en base a este juicio son muy simples: puesto que las personas más acaudaladas disponen de muchos recursos, pueden destinarlos a la inversión en la actividad económica y así crear puestos de trabajo. Esta idea se recoge incluso en las facultades de economía, siendo transmitida sistemáticamente a los que en el futuro se encargarán de las políticas económicas. Asociada a este planteamiento aparece la necesidad de disminuir los impuestos a las grandes fortunas, para que dispongan de la mayor cantidad de dinero posible en sus bolsillos presuponiendo que en última instancia esos fondos se invertirán en algún negocio que termine creando puestos de trabajo.

Por lo tanto, según este razonamiento de carácter neoliberal, la secuencia lógica sería la siguiente:
La conclusión es que bajar los impuestos a las grandes fortunas es el medio para crear riqueza y puestos de trabajo.

Pero analicemos detenidamente esa secuencia argumental, para descubrir hasta qué punto es correcta o no.

El paso de la fase 1 a la fase 2 parece no dar mucho pie a discusión. Si el gobierno reduce los impuestos a las grandes fortunas, éstas dispondrán de mayor cantidad de fondos disponibles. Es totalmente evidente; aquí hay poco que objetar.

El paso de la fase 2 a la fase 3 ya parece menos evidente. El hecho de que las personas más acaudaladas tengan en sus bolsillos más recursos no nos dice nada del uso que le darán a los mismos. Es cierto que podrían utilizar esos recursos para originar un nuevo negocio o ampliar uno ya existente, pero es que también podrían simplemente guardarlo y no gastarlo, o podrían dedicarlo a consumir bienes y servicios (de lujo), o podrían destinarlo a operaciones de especulación, o podrían regalar una parte al partido político que esté por la labor de seguir bajando los impuestos a los ricos, etc. Es decir, no existe ningún indicio que nos empuje a pensar que estas personas emplearán su dinero en la creación o ampliación de actividades productivas que generen empleo. Más bien todo lo contrario, lo que parece más probable es que personas que ya gozan de una excelente calidad de vida prefieran no embarcarse en operaciones tan complejas, arriesgadas, sufridas, y lentas como lo son la creación o ampliación de actividades productivas. Es mucho más cómodo dedicarse al ocio o al placer que lanzarse a una nueva aventura empresarial.

Esto último, que se puede deducir simplemente con el uso de la razón, es además corroborado por los datos. Por ejemplo, un estudio reciente de una empresa de análisis de mercados (Market Watch) analizó qué hacen los súper ricos con su dinero. Una de las conclusiones del estudio es que la enorme cantidad de dinero que tienen los súper ricos no se invierte en actividades productivas (donde se crean puestos de trabajo). De hecho, el 90% de ese dinero de los súper ricos estaba en compra y venta de propiedad inmobiliaria, en bonos del Estado, en cuentas personales y en otras actividades de uso personal o actividad especulativa. Sólo un 1% se invertía en el establecimiento de nuevas empresas que crearan empleo. Otros estudios han llegado a conclusiones semejantes.

Por si todo ello fuera poco, el paso de la fase 3 a la fase 4 tampoco es automático. Una persona puede invertir su dinero en la economía productiva y no tener como resultado un aumento de la riqueza o del empleo. Esto es así porque el hecho de invertir no garantiza que el proyecto salga bien. Es más, puede salir muy mal y terminar perdiendo todo el dinero invertido. En todo esto tiene mucho que ver el clima de las expectativas empresariales y la capacidad adquisitiva de la población a la que se dirige el negocio. Pensemos por ejemplo lo inútil que podría ser que un empresario comprara más máquinas y contratara más trabajadores para producir más productos, si al final no encontrase a clientes que los fuesen a comprar. Ni que decir tiene que en un período de recesión como el actual no hay muchas expectativas de sacar adelante un nuevo negocio rentable.

En definitiva, esa secuencia argumental ni es automática ni se está dando en la realidad. Bajar los impuestos a las grandes fortunas no conduce a un aumento de la riqueza y del empleo. Lo que provoca bajar los impuestos a las grandes fortunas es un mayor enriquecimiento de esas personas a costa de un perjuicio en las arcas públicas que son al fin y al cabo el medio para financiar prestaciones, bienes y servicios públicos como la sanidad y la educación.

Por último, no me resisto a añadir un vídeo en el que podemos ver a un empresario rico estadounidense explicar prácticamente lo mismo que se expone en este artículo. Es interesante comprobar que hasta a ciertos millonarios les resulta imposible negar la evidencia.

Eduardo Garzón Espinosa
Saque de Esquina

No hay comentarios: