sábado, 23 de marzo de 2013

La deuda execrable


Todas las medidas económicas de nuestro Gobierno –todos los ajustes y recortes- van dirigidas a conseguir la confianza de aquellas personas y entidades que nos prestan dinero. La confianza de los mercados dicen nuestros máximos responsables sin inmutarse. Las llamadas políticas de austeridad van dirigidas no sólo a aumentar nuestra capacidad de pago, sino a demostrar que España podrá pagar su deuda. Cuanto mejores deudores seamos, con más facilidad nos prestarán dinero. Esta es la fórmula mágica que el mundo occidental ha ideado para salir de la crisis: la deuda pública.

Verdaderamente brillante e imaginativo: se pide dinero prestado a quien lo tiene y, cuando las sumas prestadas se han agotado, se pide más. Obtener liquidez a cambio de endeudarnos -por varias generaciones-, frente a las entidades financieras privadas que disponen de ese capital. A este sólo fin se subordinan las medidas económicas del Gobierno: a ajustarnos a las exigencias de nuestros acreedores para poder seguir pagando.

El ciudadano, en manos de ¿quién?
La conclusión es tan evidente que casi resulta ocioso enunciarla. El Gobierno de España no gobierna en función de los intereses de los ciudadanos españoles, sino en atención a los dictados de nuestros acreedores. En toda Europa se legisla y se gobierna para este conglomerado de intereses supranacionales, y si ya nuestro modelo de representación democrática era, de por sí, endeble e imperfecto, ahora lo es mucho más. Agudizadas sus profundas contradicciones a causa de la recesión, el ciudadano occidental se siente –más que nunca-, a merced de decisiones adoptadas en círculos cada vez más pequeños y alejados de su control legítimo. Chipre ha sido el último ejemplo de estas durísimas medidas de intervención, realizadas con el sólo fin de poder seguir pagando esta deuda.

Y mientras los ciudadanos chipriotas ven intervenidos directamente sus ahorros a raíz de medidas dictadas por oscuras fuerzas financieras, muchos nos seguimos preguntando no sólo acerca de la procedencia de esta deuda, sino también sobre la validez de esta forma de obtener dinero. Se trata de una cuestión profundamente inmoral. Las mismas entidades bancarias que provocaron esta recesión han sido apuntaladas con fondos públicos. Salvadas estas mismas entidades privadas con el dinero de todos, se están dedicando a invertir en nuestro endeudamiento. Así, se perpetúa el negocio por los siglos de los siglos y, además, se refuerza el control político sobre nuestras cada vez más menguadas democracias.

Nuevo equilibrio capitalista
Esta deuda se está contrayendo sin el conocimiento ni el consentimiento de los ciudadanos. Esta deuda no nos favorece –se contrae a espaldas de los verdaderos intereses del pueblo-, y constituye el ariete imparable de un nuevo equilibrio capitalista basado en nuestro empobrecimiento económico y en nuestro retroceso democrático. La deuda como motor del austericidio, y de esta nueva Europa inhumana que está surgiendo del desastre. Desde el punto de vista del Derecho, esta deuda es considerada como una deuda odiosa. La deuda execrable como aquella que contrae un Gobierno en contra de los intereses de sus propios ciudadanos.

En consecuencia, y al ser nulos los pactos llevados a efecto entre contratantes de mala fe, esta deuda no tendría que ser pagada: no es exigible porque ha sido formalizada en contra de las personas a las que –teóricamente- tendría que beneficiar. Este concepto jurídico ha sido profusamente utilizado para liberar a los ciudadanos de cargas asumidas por gobiernos despóticos. Fue el jurista ruso Sack quien enunció que los acreedores han cometido un acto hostil para con la población; ellos, por lo tanto, no pueden esperar que la nación liberada de un poder despótico asuma las deudas odiosas, que son deudas personales de ese poder.

La deuda odiosa
En otras palabras, que de estas deudas deberían responder personalmente aquellos dirigentes que las contrajeron, más no la ciudadanía en su conjunto. Dicen nuestros teóricos sobre la deuda odiosa que, como actividad esencial de carácter previo, se hace preciso delimitar con precisión no sólo quiénes son nuestros prestamistas –determinar claramente frente a quién estamos hipotecando soberanía- sino el carácter y las circunstancias individualizadas de cada una de estas operaciones crediticias. Una vez determinadas las deudas que tuvieran ese carácter execrable, sencillamente y sin más consideración, no se pagarían. No debemos no pagamos, y dejamos de lastrar nuestra vida social por el peso de estas indeseadas obligaciones de pago.

Dicen los sesudos pensadores que sustentan nuestro actual modelo económico y político –el negocio-, que estas medidas de cancelación unilateral de deuda pública supondrían el colapso de nuestra economía. Qué miedo... ¿el colapso? Y esto que vivimos ahora... ¿qué es?

Ignacio Toledano Martínez. Abogado 
Extraconfidencial.com

lunes, 18 de marzo de 2013

Sólo te pagan el 42% de lo que trabajas

Algunos científicos sociales tenemos el objetivo de comprender la dinámica de la sociedad e identificar aquellos aspectos que nos parecen injustos para así poder transformarlos. Para ello, creemos necesario explicar el porqué de los mismos pero sin ninguna intención de aleccionar ni de imponer las normas de funcionamiento de una nueva organización social. En este sentido, consideramos que la posibilidad de un espacio de creación común de una sociedad nueva sólo existirá tras un cambio de fondo. ¿En qué se puede basar el desarrollo de una conciencia social que sea funcional a este cambio social?
Pensamos que un concepto que casi ha quedado relegado a libros antiguos de algunas bibliotecas tiene una vigencia total en la actualidad. Nos estamos refiriendo a la explotación de la cual somos objeto los trabajadores. La concepción más extendida actualmente entre el conjunto de trabajadores es que sólo existe explotación cuando hay malas condiciones de salubridad, cuando se trabajan más horas de las que establece el contrato, etc.

Sin embargo, nosotros tratamos de reivindicar que la explotación es algo inherente al trabajo asalariado, la cual se refiere a una parte de la producción generada durante la jornada laboral que es apropiada por los empresarios. Y no es que ellos sean malas personas, sino que la actual formación social legitima dicha apropiación debido a diferentes criterios como el espíritu innovador o el riesgo a invertir, dándole una importancia central a la “aportación” que hace el capital al producto.

Para evidenciarlo, gracias a una investigación más amplia, mostramos una aproximación al tiempo de trabajo que dedica el conjunto de asalariados del Estado Español a producir el equivalente a su salario (tiempo de trabajo necesario), así como el tiempo de trabajo que  es apropiado por el conjunto de empresarios (tiempo de trabajo excedente). El cálculo está hecho a partir de datos del INE sobre las remuneraciones de asalariados y datos de AMECO sobre el PIN (Producto Interno Neto). Evidentemente, no pretendemos mostrar una medición exacta, sino que el objetivo es realizar una aproximación a estos fenómenos a través de los datos disponibles.

Como se puede observar en el gráfico 1, el tiempo de trabajo necesario está alrededor de los 25 minutos por cada hora, es decir, sólo son necesarios 25 minutos para generar  la riqueza equivalente al salario. En el periodo que va de 1995 a 2008, la evolución se caracteriza por un leve crecimiento y, posteriormente, dos años continuos de descenso. Por su parte, el tiempo de trabajo del que se apropia el empresario ronda los 35 minutos y desde el estallido de la crisis experimenta una tendencia creciente.


El cambio de tendencia experimentado, a partir de 2008, se debe fundamentalmente a que la productividad está creciendo por encima de los salarios reales, lo que posibilita reproducir el salario del trabajador en un menor tiempo. Por tanto, dada esta situación, el empresario puede apropiarse de una mayor parte de lo producido durante la jornada laboral.

Como se puede observar en el gráfico 2, la tendencia de la productividad presenta un estancamiento general hasta dos años antes de la crisis, cuando más decrece, y un crecimiento bastante intenso en los dos últimos años del periodo seleccionado. Esto último se debe fundamentalmente al efecto del desempleo y no a un progreso técnico que haya dotado de nuevas capacidades productivas a las empresas españolas. Es importante destacar que al darse un aumento de la productividad después del estallido de la crisis y al mantenerse el nivel de producción estable (gráfico 3) en un contexto de aumento del desempleo, esto nos indica que se ha intensificado el trabajo de los individuos ocupados. Además, bajo este razonamiento, podemos afirmar que el estancamiento de la productividad sigue siendo uno de los problemas más importantes de la economía española.


Por otro lado, la evolución de los salarios reales (gráfico anterior) muestra un descenso en las tasas de crecimiento aunque sólo experimentan tasas negativas después del estallido de la crisis, cuando retroceden intensamente. Esto muestra cómo, desde 2008, los avances de la productividad están siendo apropiados por la clase empresarial, ya que gracias a la complicidad del gobierno, ha conseguido imponer retrocesos salariales generalizados. En este punto también es importante mencionar que la existencia de una masa de desempleados tan numerosa es asimismo funcional al descenso salarial de aquellos que todavía mantienen el empleo.


La condición de explotación entendida, más allá de la dureza de las condiciones laborales, como tiempo de trabajo no remunerado es la esencia misma del sistema capitalista, actualmente en crisis, como se manifiesta particularmente en el caso español. Además es importante resaltar que dicha crisis no afecta por igual a la sociedad en su conjunto, ya que hay una clase social que no solamente no se ve perjudicada, sino que además mejora su condición económica.

Esto se constata, en el gráfico 4, por el cambio de la proporción de la ganancia con respecto al total de la renta nacional (beneficio relativo), la cual pasó del 46% en 2008 al 50% en 2010. Durante los años previos, la evolución del salario relativo y del beneficio relativo era ínfima, hasta que en 2006 el salario relativo empieza a aumentar lo que significaba un crecimiento de la participación de los trabajadores de la riqueza creada. Pero a partir de 2008, como hemos mencionado antes, esta tendencia se revierte en beneficio de los empresarios. En 2010 se llega casi a una paridad en la distribución de la renta nacional entre asalariados y no asalariados pero con una tendencia a la baja de la parte destinada a retribuir a los trabajadores que evidentemente son los más afectados por la actual crisis.


La explotación y la distribución del ingreso son aspectos de nuestra sociedad que creemos que condicionan en gran medida la calidad de vida de la mayoría de la población. Y sí, es de la mayoría de la población porque la suma de los trabajadores asalariados y de los desempleados llega casi al 90% de la población desde la década pasada.

Con este argumento, tratamos de demostrar que es necesario plantearse una serie de transformaciones estructurales que tengan como fin último eliminar la creciente desigualdad social y mejorar la calidad de vida de los trabajadores, permitiéndoles apropiarse de los frutos de su propio trabajo sin que nadie tenga la lícita capacidad de arrebatárselos.

Bibliografía
•             Guerrero, Diego. Acumulación de capital, distribución de la renta y crisis de rentabilidad en España. España: Editorial de la Universidad Complutense de Madrid, 1989.
•             Marx, Carlos. Teorías de la plusvalía. México: FCE, 1980
•             Marx, Carlos. El Capital. México: FCE, 1998
•             Shaikh, Anwar. Valor, acumulación y crisis. Ensayos de economía política. Colombia: Tercer mundo editores, 1990
•             Valenzuela, José. “El sector de la construcción: salarios, tecnología, rentabilidad”, en Denarius, n° 17, noviembre de 2008. México, UAMI
•             Valenzuela, José y Egurrola, Isaac. Explotación y Despilfarro: Análisis Crítico de la Economía Mexicana. México: Plaza y Valdes, 1999.

 Iván Moisés Camacho Aparicio, Carolina Hernández Calvario y Alfredo del Río Casasola (UNAM, UCM)
EconoNuestra

viernes, 15 de marzo de 2013

La devaluación de la moneda no conduce necesariamente, ni con la misma intensidad, a un aumento de las exportaciones

Cuando un país vende productos a otro país (exporta), registra una entrada de dinero. Cuando compra productos a otro país (importa), registra una salida de dinero. Si las exportaciones son superiores a las importaciones, entrará al país más dinero del que saldrá, y por lo tanto mejorará la situación económica del país en cuestión. Ésta es una de las estrategias más utilizadas para aumentar la renta nacional (PIB) de una economía.

En términos macroeconómicos se visualiza a través de la siguiente identidad: Y ≡ C + I + X – M; donde Y es la renta nacional, C es el consumo, I la inversión, X las exportaciones y M las importaciones. Como podemos ver, las exportaciones (X) aparecen con signo positivo, por lo que un aumento de las mismas aumentará la renta nacional (Y). En cambio, un aumento de las importaciones (M) reducirá la renta nacional porque aparece en la identidad con signo negativo.

Una estrategia para lograr que aumenten las importaciones y disminuyan las importaciones (y por lo tanto que aumente la renta nacional) consiste en devaluar la moneda nacional. Normalmente nos explican que si nuestra moneda pierde valor, los productos que vendemos al exterior también lo perderán, por lo que a los compradores extranjeros les saldrá más barato adquirir nuestros productos y nuestras exportaciones aumentarán. Y al mismo tiempo, si nuestra moneda pierde valor nos resultará más caro comprar productos en el exterior, por lo que nuestras importaciones disminuirán. Sin embargo, estas causalidades que se presentan como verdaderos automatismos, distan mucho de serlo. La devaluación de la moneda no conduce inevitablemente ni automáticamente a un aumento de las exportaciones o a una disminución de las importaciones, y mucho menos con la misma intensidad con la que la moneda pierde valor. Para ilustrar el asunto se propone un ejemplo sencillo.

Imaginemos que una empresa residente en el Reino Unido comercia con una empresa ubicada en Estados Unidos. La moneda del primer país es la libra esterlina, y la del segundo es el dólar. Comencemos pensando que el tipo de cambio es unitario, es decir, que 1 dólar se puede cambiar por 1 libra esterlina. Por lo tanto, si la empresa británica quiere comprar –por ejemplo– un paquete de sillas que cuesta 100 dólares a la empresa estadounidense, necesitará gastar 100 libras. Ahora supongamos que Estados Unidos entra en una recesión y necesita estimular su crecimiento económico, y para ello decide emplear la estrategia comentada de devaluar su moneda (para aumentar sus exportaciones y a la vez reducir sus importaciones). Así las cosas, el gobierno estadounidense devalúa el dólar hasta el nivel en el que se puede cambiar 1 libra esterlina por 2 dólares; es decir, reduce el valor del dólar a la mitad.

En la nueva situación, si la empresa del Reino Unido quiere comprar el mismo paquete de sillas que cuesta 100 dólares, tan sólo tendrá que emplear 50 libras (ya que 1 libra se cambia por 2 dólares). Nos encontramos con que a la empresa británica le resulta el doble de barato comprar productos y servicios a empresas estadounidenses. Pero si la cantidad de sillas que se compran no varía, la empresa estadounidense no aumentará sus ingresos, porque la cantidad de dólares que ingresa será la misma que antes (100 dólares). Entonces, ¿de qué forma la devaluación puede aumentar las exportaciones?

Pues fundamentalmente a través de dos vías:
1)      La primera vía es que a la empresa británica que comerciaba con la estadounidense puede que ahora le interese comprar mayor cantidad de sillas debido a su reducido precio. Por ejemplo, la empresa británica puede comprar dos paquetes de sillas por el mismo precio que pagaba en la anterior situación. En este caso, la empresa del Reino Unido comprará dos paquetes de sillas pagando 100 libras (lo que pagaba antes), y la empresa de EEUU recibirá 200 dólares (el doble de lo que ganaba antes). La empresa estadounidense aumentaría así sus exportaciones, y la renta nacional se incrementaría. Ahora bien, cabe resaltar que esta situación sólo tendría lugar si a la empresa británica le resultase útil comprar más sillas, puesto que puede ocurrir que no necesite más sillas de las que compraba antes (porque luego no consiguiese darles un uso útil –venderlas, por ejemplo). Para saber si con la devaluación de la moneda se venderían o no más bienes y servicios que antes, habría que analizar la elasticidad demanda-precio de las mercancías susceptibles de exportación. Es decir, habría que analizar si los productos que se venden al exterior serían más demandados en el caso de que bajara su precio (productos elásticos). Las sillas no son un producto que, al bajar su precio, demanden en mayor cuantía (no son un producto elástico). Un consumidor compra las sillas que necesite, y no tiene sentido que compre más de la cuenta por muy barato que sea su precio. En cambio, no ocurre así con otros productos como las prendas de ropa o los libros, por poner dos ejemplos. Un consumidor podría comprar muchas más unidades de libros o de camisetas si encontrara estos productos más baratos, porque sí tiene sentido que los acumule (no como en el caso de las sillas). En esta ocasión, un abaratamiento de este tipo de productos a través de la devaluación de la moneda sí aumentaría la cantidad de exportaciones.

2)      La segunda vía es que otras empresas (británicas o no) interesadas en la importación de sillas pero que nunca han comprado sillas estadounidenses pasen a comprar por primera vez sillas a las empresas de EEUU. El motivo es que ahora importar sillas a empresas de EUU es el doble de barato que antes, por lo que algunas empresas podrían dejar de comprar sillas a otros países diferentes de EEUU y pasar a comprárselas a empresas de este país (porque les sale más barato que comprárselas a otra empresa no estadounidense). Se generaría una nueva actividad comercial para las empresas estadounidenses, porque venderían sillas a empresas con las que antes no negociaban. El resultado es que las exportaciones crecerían, y con ellas la renta nacional. Obviamente también puede ocurrir que a pesar de que el precio de las sillas se reduzca, a muchas empresas no les merezca la pena empezar a comerciar con esta empresa estadounidense.
Así las cosas, hemos visto que ninguna de las dos vías es automática ni perfectamente flexible. En el primer caso, la devaluación de la moneda sólo aumentará las exportaciones en la medida en que el país en cuestión exporte productos elásticos (que se demanden más si baja su precio). En el segundo caso, la devaluación de la moneda sólo aumentará las exportaciones en la medida en que a una empresa extranjera –que nunca ha hecho negocios con el país que devalúa la moneda– le sea rentable iniciar acuerdos comerciales.

Y sabemos que cualquier país exporta muchos productos que son bastante inelásticos (como las sillas) y que por lo tanto una devaluación de su moneda no implicará un aumento en la misma proporción de exportaciones. Al mismo tiempo, sabemos que a lo largo y ancho del mundo hay otras muchas empresas que venden productos muy baratos (como las situadas en el sudeste asiático), y que aunque un país desarrollado devalúe su moneda puede que no llegue a poder vender sus productos más baratos que en el caso de esos países competidores.

Es decir, aunque lo intuitivo y a lo que nos tienen acostumbrados sea pensar que una devaluación de la moneda conduce a un aumento de las exportaciones, lo cierto es que ese efecto ni es automático, ni se produce en la misma proporción que la devaluación (una devaluación del 25% de la moneda no conduce a un aumento de las exportaciones del 25%, como algunos pueden pensar).

En cambio, el efecto del descenso de las importaciones causado por la devaluación de la moneda nacional es más simple. Una vez devaluada la moneda, toda empresa o consumidor que quisiera importar mercancías del exterior se encontraría con que le resulta más caro hacerlo. Es de esperar, por tanto, que las importaciones se reduzcan, aunque también hay que tener en cuenta que en este sentido influyen también los productos inelásticos. Por ejemplo, si el país que ha devaluado la moneda necesita irremediablemente importar petróleo para que su economía siga en marcha (producto inelástico), las importaciones de petróleo no se reducirán en absoluto, y la estrategia de devaluación no serviría para este cometido. De hecho, la devaluación de la moneda jugaría muy en contra de la balanza comercial del país, provocándole nuevos problemas a su economía.

En definitivas cuentas, un buen analista de los fenómenos económicos debe abandonar los automatismos a los que desgraciadamente nos tienen acostumbrados y dejar de considerar, en este caso, que la devaluación de la moneda conduce inexorablemente y en la misma medida a un aumento de las exportaciones y a una reducción de las importaciones. La realidad económica es mucho más compleja que eso, y olvidarlo puede pasar factura a la hora de diseñar ciertas estrategias de política económica.

Eduardo Grazón
Saque de Esquina

lunes, 11 de marzo de 2013

La marea está creciendo y el sistema no se da cuenta

Roma, Mar. 2013. Para todos aquellos que piensan que el movimiento Occupy Wall Street, los Indignados en España, el Foro Social Mundial y las cientos de manifestaciones de protesta que tienen lugar a nivel mundial son expresiones sin resultados concretos, lo logrado con el referendo suizo para poner un tope en los salarios y la bonificación de los ejecutivos bancarios los hará recapacitar.
 
Les guste o no, y aprobado por una mayoría de dos tercios, Suiza, que no es exactamente un país revolucionario, les ha dado a los accionistas de instituciones financieras el derecho a decidir sobre los salarios y las bonificaciones de sus ejecutivos, y ya no para el enriquecimiento mutuo de sus consejos.
 
En poco tiempo se realizará otro referéndum que aboga por limitar los salarios y las primas de los ejecutivos de otras compañías vinculadas con todos los sectores, de manera que los mismos no sobrepasen en quince veces el salario promedio de sus empleados. Un acontecimiento interesante.
 
En 1950, un gerente financiero estadounidense (Baruch) especuló sobre la posibilidad de que un ejecutivo recibiera un salario 50 veces mayor que el salario promedio de sus empleados. Esto provocó un gran escándalo. Ahora, en la lista Fortune 500 de las compañías más importantes, esa diferencia ha aumentado a 545 veces.
 
Al mismo tiempo, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo han logrado un acuerdo para limitar la bonificación de los ejecutivos de los bancos a una cantidad igual a la de sus ingresos anuales. Si los accionistas lo deciden, pudiera duplicarse, pero no más.
 
El clamor de los banqueros, como era de esperar, resulta ser muy interesante teniendo en cuenta las bases de su rechazo.
 
La primera, que parte fundamentalmente del Reino Unido, es que con ello se está acrecentando la brecha entre Londres y Europa. El sector financiero contribuye con diez por ciento del Producto Interno Bruto británico, y el mundo anglosajón ha venido experimentado las oleadas de aumentos en las primas y salarios de los banqueros mucho más que cualquier otro. Si el año es bueno, la bonificación puede ser diez veces mayor que un salario.
 
Pero es una realidad el hecho de que el Reino Unido --según han ido mostrado las últimas elecciones locales-- esté desarrollando un creciente sentimiento antieuropeo de una manera u otra, y Europa nunca experimentará mayor integración con los frenos que Londres continúa aplicando todo el tiempo. Por tanto, el sector financiero no es el tema central.
 
La segunda razón del rechazo es más interesante. Ellos sostienen que el resultado sería salarios fijos más altos, lo cual afectaría más a los accionistas; y altas bonificaciones, que son más flexibles. Entonces los buenos ejecutivos se trasladarían a Wall Street, Hong-Kong, Shangai o Tokio, y Europa se quedaría con ejecutivos de segunda clase.
 
Ahora, es bien sabido que las bonificaciones altas implican riesgos, que es una de las causas de los pésimos desempeños del sistema bancario, argumento que ignora la existencia de un creciente consenso sobre la necesidad de retroceder al período anterior a la administración de Clinton, cuando la banca comercial y la de inversión eran entes separados (y nunca existió una crisis tan dramática como la actual), precisamente para reducir la cultura de alto riesgo que ha conducido a un sistema con mayor desempleo y pobreza a nivel mundial. Baste ver las lluvias torrenciales de multas por fraudes y mala administración que los bancos han tenido que pagar desde que Clinton tomara esa mala decisión.
 
El tercer argumento es el más interesante de todos, porque demuestra hasta dónde ha llevado el mundo bancario su falsa ilusión. En su gran mayoría, las primas se dan en forma de bonificaciones clawback (recuperación); son aplazadas y en ocasiones se pagan en forma de acciones, y pueden ser retiradas. Los grandes bancos como el Royal Bank of Scotland y el Barclay han utilizado los mecanismos clawback, y según los banqueros esta disposición se ha convertido en un fuerte elemento disuasivo contra comportamientos arriesgados o poco éticos.
 
En la actualidad no se cuenta con datos que den una idea de la magnitud del uso de la disposición clawback en parte alguna. Lo que sí existe son las innumerables multas que se le han impuesto a los grandes bancos por fraude. Baste recordar que los propios entes reguladores americanos indulgentes han pagado más de 3.000 millones de dólares por concepto de multas a los grandes bancos.
 
Recordemos algunos casos que fueron considerados por los expertos como un tirón de orejas: 8.5 mil millones por ejecuciones fraudulentas de créditos hipotecarios a diez bancos (entre ellos el Bank of America, Citigroup, JP Morgan Chase), seguido de un pago similar por valor de 557 millones de dólares a Goldman Sachs y a Morgan Stanley. El caso del arreglo fraudulento de la tasa Libor (la tasa de cambio entre los bancos) le ha costado hasta ahora 1.5 mil millones de dólares a UBS solamente. El director de Barclay se ha visto obligado a renunciar.
 
¿Dónde está el resultado de la disposición clawback como mecanismo disuasivo contra comportamientos arriesgados y poco éticos? Las autoridades británicas han recomendado ahora mantener un control regular sobre Libor, así como levantar cargos criminales contra aquellos individuos que traten de alterar la tasa para obtener ganancias financieras. HSBC ha reconocido que ha lavado dinero de carteles de la droga de bancos mexicanos y sauditas que mantienen vínculos con grupos terroristas.
 
Sin embargo, el 5 de marzo, después del referéndum suizo y todos los escándalos en los que se vio involucrado, que le han costado más de 4.000 millones de dólares en multas y pagos, el consejo de HBSC decidió otorgarle a sus 200 supergerentes una prima por valor de un millón de libras. Claro que esto ha generado un torrente de críticas en Londres, pero es el mejor ejemplo de cómo los banqueros se aíslan de la realidad. HSBC perdió 5.6 por ciento en 2012, pero el director ejecutivo Stuart Gulliver fue recompensado con una bonificación de 11 millones de dólares.
 
La mejor manera de entender como los banqueros han desarrollado un hábito diferente, la proporcionó el director ejecutivo de JP Morgan, el famoso Jamie Dimon, defensor del sistema bancario, que arremetió contra todos los presentes en el último Foro Económico Mundial (¿hasta cuándo va a criticar a los banqueros?), en la reunión anual con sus inversores pocos días antes en Nueva York, en un debate con el reconocido analista Mike Mayo dijo lo siguiente como respuesta final: "esa es la razón por la cual yo soy más rico que tú".
 
Por lo tanto no debe causar sorpresa alguna el hecho de que Maurice Greenberg, el director ejecutivo de AIG, haya entablado ahora una demanda por 25.000 millones de dólares contra el gobierno, acusándolo de ¨sacar¨ un interés punitivo de 14 por ciento del plan de rescate que salvó a AIG de la bancarrota.
 
El gobierno tuvo que inyectar 182.000 millones de dólares para salvar a AIG, una de las mayores compañías de seguros, después que explotara la burbuja inmobiliaria en 2008. Recordemos que así fue como comenzó la ocupación de Wall Street, que fue el detonante de la actual crisis financiera mundial, que provocó la aparición de otros cien millones de pobres en el mundo, según la ONU: esa crisis, que se fraguó por completo en Estados Unidos, aparejó dos años más tarde con la crisis de la deuda soberana, un asunto completamente europeo.
 
Esta situación ha traído consigo un chantaje sin precedentes del mercado a los gobiernos, debiendo recurrir a la austeridad como remedio común, con Grecia como el ejemplo más claro del impacto que esto tenido en el pueblo.
 
El señor Greenberg ha renunciado sin castigo alguno, y ahora está pidiendo 25.000 millones de dólares, ¿por las duras condiciones impuestas por el gobierno para salvar a AIG? Esta es la mejor representación de las relaciones entre autoridades y el sistema financiero. Tenemos las compañías de calificación financiera que sí certificaron que AIG y Goldman Sachs eran instituciones sólidas: las mismas que ahora le dan o no tres ‘A’ a los gobiernos, a pesar de que dieron vuelta la cara. ¿Y los organismos reguladores?
 
El organismo regulador estadounidense SEC (por sus siglas en inglés), por lo general tiene la filosofía de arreglar los casos contra las fechorías financieras, sin admitir o negar los hallazgos. Esta práctica, sostienen, ayuda a la SEC y a otras agencias a evitar litigios costosos y que consumen mucho tiempo. Llegar a un acuerdo rápido en lugar de largos juicios, significa que las víctimas son compensadas más rápidamente. Y siempre cabe la posibilidad de que la SEC pudiera perder en la corte.
 
Pero he aquí un buen ejemplo: es un asunto muy complejo. Para acceder al artículo completo lea la página 18 del New York Times, del19 de febrero. La esencia es que AIG sí demandó al Bank of America por 10.000 millones de dólares, por el delito de fraude, relacionado con hechos ocurridos el mes de septiembre del 2008, cuando AIG estuvo cerca de la ¨muerte¨. El caso fue a la corte. Y entonces, el Federal Reserve Bank (de donde proviene el ex Ministro del Tesoro, Geithner), hizo un trato con el Bank of America, por un pago de 43 millones de dólares, dando argumentos que permitieron que la corte exonerara al Bank of America en el caso.
 
Un vocero federal de Nueva York dijo que apoyaba el acuerdo porque generaría un valor significativo sin costos potencialmente altos por concepteo de litigio. Jesse Elsinger, de ProPublica, una agencia de noticias sin fines de lucro, publicó en ese mismo número del New York Times una entretenida pero incómoda historia sobre las puertas giratorias para los organismos reguladores en todos los niveles. Comienza con Mary Jo White, a quien Obama nombrara como directora de la SEC. En la década pasada atendió tantos bancos y casas de inversión que tendrá que rehusar a tantos casos, que sólo será capaz de litigar con entidades menores, tales como First Wauwatosa Securities. Y el senador Reid, líder de la mayoría demócrata en el Senado, tiene ahora dentro de su personal a Cathy Koch como consejera jefa para asuntos de política económica e impositiva. Ella viene de la General Electric, compañía que casi no pagó impuestos cuando contaba con su destreza.
 
La Oficina del Contralor de la Moneda (OCC, por sus siglas en inglés), tiene un Nuevo jefe, Thomas Curry, menos vinculado con los grandes bancos, y quien despidiera a la saliente consejera jefa, Julie Williams, la que rápidamente fue a parar a Promontory Financial, una OCC fantasma del sector privado fundada por el antiguo director de la agencia, Eugene A. Ludwig.
 
Promontory aportó gran parte del personal para la Revisión Independiente de la Ejecución Hipotecaria, establecida por la SEC y otros organismos reguladores para evaluar el rol que desempeñaban los 10 grandes bancos a la hora de acordar una acción para compensar a las víctimas de las burbujas inmobiliarias. Su idea era dejar que el banco estableciera los hechos. Resultado: antes del pago de los 8.5 mil millones de dólares que habíamos mencionado anteriormente, la Revisión Independiente de la Ejecución Hipotecaria fue disuelta, porque no obtuvo resultado alguno, pero no sin que antes pagara 1.5 mil millones de dólares a los consultores. ¿Y quién ha sustituido a Julie Williams como consejera jefa en la OCC? Amy Friend, quien procede de Promontory Financial...
 
Y ahora tenemos un Nuevo Secretario del Tesoro, Jacob 'Jack' Lew, y al referirse al voto del Senado, Bernie Sanders, un independiente de Vermont argumentó: necesitamos un secretario del tesoro que esté preparado para resistir el enorme poder de Wall Street. ¿Qué si considero que Jack Lew es esa persona? No, no lo creo".
 
Y el problema es que el sector privado se parece cada vez más al financiero. Cuando Don Bailey se hizo cargo de Questcor, una compañía farmacéutica, aumentó el costo de un medicamento antiinflamatorio especializado, el Achtar, de 50 dólares el frasco a 28.000 dólares. Cuando se le preguntó si podía bajar el precio para quienes no podían comprarlo, Bailey respondió "si lo hago, los accionistas me pueden demandar por limitar sus ganancias".
 
Sin embargo, es apropiado que haya comenzado un nuevo programa de entrenamiento en las prisiones estadounidenses: el Programa Empresarial de Prisiones, que ya ha graduado a 800 delincuentes presidiarios. Es un curso de seis meses de duración impartido por antiguos ejecutivos y estudiantes voluntarios de MBA, y que enseña cómo comenzar y administrar un negocio. Más de 2.500 candidatos postulan cada año para las 150 matrículas que ofrece. Es todo un acontecimiento. A los graduados les va tan bien en el mundo de los negocios que tan sólo un cinco por ciento regresa a prisión. Tal vez debería vincular al voluble sistema que recién acabamos de describir.
 
Pero aún más escandalosa es la noticia de que las cien personas más ricas del mundo ADICIONARON 240 mil millones de dólares a sus fortunas. Claramente, no necesitaban ese dinero, en términos humanos. El uno por ciento de la población más rica (60 millones) ahora posee un capital equivalente a 2.500 millones de personas. Y en los últimos diez años, esta concentración de la riqueza se ha hecho más extrema. El 0.01 por ciento (600 mil personas) poseen una fortuna que equivale a 2.000 millones de personas. En la actualidad existen 1.200 multimillonarios en el mundo.
 
Mientras tanto, enfrentamos un serio problema de alimentación. Cada día hay 219.000 bocas nuevas que alimentar, 70 millones cada año. Según la FAO, las reservas de alimentos han disminuido en 2.6 por ciento, mientras el precio de los mismos sigue en ascenso (cereales de 10 a 35 por ciento, según el producto).
 
Sin embargo, datos del Banco Mundial corroboran que en los países ricos botamos un 40 por ciento de alimentos. Con los 240.000 millones acumulados en un año por las cien personas más ricas del mundo, podríamos eliminar muchos de los problemas que existen en el mundo.
 
De cualquier manera, en las próximas décadas tendremos 2.000 millones más de personas en el mundo (en el año 2050). El sistema no es capaz de amparar a nuestros 7.000 millones. ¿Cómo acogerá a 2.000 millones más, procedentes de las regiones más pobres del planeta? Bueno, la respuesta es obvia, tenemos riqueza, pero no está distribuida equitativamente. Y los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, como todos saben.
 
Y para retomar el tema con el que comenzó este artículo, demasiado breve para ser serio, vemos que las personas se hartan, como bien ha demostrado el referéndum suizo.
 
En todas partes el descontento se refleja en las encuestas, con movimientos de protesta floreciendo por doquier. Beppe Grillo, en Italia, es tan solo la última señal de advertencia.
 
Vamos camino a un sistema diferente. Esto puede lograrse con paz y cooperación, o por el contrario, continuar en esta creciente injusticia social. La historia registra muchas lecciones sobre el tema, y de nada serviría recordarlas. Todos leímos sobre ellas en la escuela, incluidos los 100 multimillonarios. Por tanto, tal como lo demuestra el referéndum suizo, no se carece de conciencia, sino de representación política.
 
Roberto Savio es fundador y presidente emérito de la agencia de noticias IPS (Inter Press Service). Publisher de Other News.
 
Fuente: Other News
Alainet

domingo, 10 de marzo de 2013

Lecciones de la historia: el consumo y la demanda en las crisis sistémicas

¿QUÉ NOS ESTÁN CONTANDO?
La vorágine informativa de datos y terminología económica con que hemos sido bombardeados desde que estallara en 2007 la crisis de las hipotecas subprime[1] en EEUU, ha abierto numerosos debates en torno al papel que juega la economía y los economistas en este mundo globalizado de comienzos del siglo XXI.
Pero en todos ellos, el ciudadano de a pie encuentra el mismo impedimento: un vocabulario calculadamente ininteligible, y en ocasiones cargado de eufemismos, que hurta el debate público. Así, asistimos perplejos a cómo los “entendidos” –muchos de ellos culpables y cómplices de la crisis-, ofrecen su receta mágica para superar la recesión.
Dándole a las cuestiones económicas un halo de dogmatismo, despliegan el credo neoliberal como un calvario ineludible y sitúan los preceptos de su ideología por encima del bien y del mal, y siempre por delante de las decisiones democráticas de los ciudadanos: la austeridad no es un programa electoral, sino una imposición a través de la cual, la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, nos someten con sus programas de ajuste, excusados en las demandas de los mercados.
Cinco años después de estallar la crisis, y casi tres años después del giro de 2010 del entonces gobierno socialista hacia el llamado ajuste, España se encamina a la miseria, con un desempleo descontrolado[2] y un empobrecimiento alarmante. El siguiente cuadro representa el índice de miseria, medido como la suma del paro y la inflación[3]:
Entre toda esta apabullante propaganda, que presenta las decisiones tomadas como inevitables, se les ha olvidado explicarnos qué país ha conseguido remontar gracias a los programas de ajuste y austeridad que promocionan. Los casos de Brasil, Uruguay y Argentina nos enseñan que solamente cuando estos países se apartaron de la ortodoxia de los planes de ajuste impuestos por el FMI y el BM, consiguieron superar sus crisis[4]. Los casos actuales de Grecia, Portugal y España están demostrando que ésta es una política desastrosa que genera enormes brechas sociales y miseria, resultando un extraordinario caldo de cultivo para el fascismo[5].
UN "OLVIDO" QUE NO ES NUEVO
Retomando el argumento del lenguaje intencionadamente incomprensible para amplios sectores de la ciudadanía, vamos a acercarnos a dos conceptos: la demanda y el consumo, de los que no se habla sino parcialmente y que encierran una sencilla explicación de la compleja situación por la que atravesamos. Ante el desconocimiento de conceptos como hedge funds[6], primas de riesgo[7], empresas de calificación[8], etc. con que una mañana nos despertamos inundando las portadas de los periódicos, muchos ciudadanos abandonaron antes de empezar a comprender qué es lo que había ocurrido y cuáles pudieran ser las soluciones.
¿Qué hubieran pensado esos ciudadanos si el gobierno les hubiera explicado que la solución era tomar medidas que, a corto plazo, iban a hacer caer dramáticamente la demanda interna? Nunca lo sabremos, pues tal circunstancia no se produjo, pero a buen seguro hubieran estado en mejores condiciones de hacer un análisis coherente y razonado, aun siendo absolutamente legos en formación económica. Y es que, es razonable pensar que en un contexto económico en el que la demanda interna se deprime drásticamente, ésta arrastrará en su caída al consumo, y éste, a su vez, a los beneficios empresariales. Tal situación es el punto de partida de un aumento descontrolado del desempleo, pues las empresas, de cualquier tamaño, comenzarán a reducir plantillas para compensar las pérdidas y reducir la producción. No solamente es el razonamiento a corto plazo más coherente, sino que la historia está llena de estos ejemplos.
Ya en su día, Karl Marx denunció en Las crisis del capitalismo el olvido sistemático que acerca de la importancia de la demanda practicaban los primeros ideólogos del liberalismo: Ricardo, Say y Smith hablaban de un crecimiento de la producción ilimitado, sin prestar atención a la demanda, es decir, si tan ingente e incesante producción iba a ser consumida por alguien[9].
Marx teorizaba sobre los datos de la crisis de 1857, que la caída de la demanda, al generar un gran stock en la producción[10], provocaba una rebaja de los precios y hacía imposible que el empresario recuperara lo invertido; se iba a la quiebra y era entonces cuando se desencadenaba la crisis del sistema[11]. Si bien en la crisis actual no se ha dado un comportamiento de los precios significativamente perjudicial, sí que se dan algunos rasgos de lo que el autor alemán definió como “crisis del capital y crisis del trabajo”, que se relaciona estrechamente con la demanda y provoca una espiral de drástica reducción de la inversión, la renta disponible y el consumo. Los rasgos más visibles de este tipo de crisis son el cierre de empresas y el aumento del paro.
¿QUÉ CONSECUENCIAS TIENEN LAS POLÍTICAS DE AUSTERIDAD?
Volviendo a la actualidad, precisamente las citadas políticas de ajuste, que anteponen la rebaja del gasto público a cualquier otra consideración, han conseguido hacer caer la demanda en España hasta tal punto que el número de parados ha aumentado a razón de casi medio millón por año (cerca de 100.000 en el segundo trimestre de 2012[12]).
¿Por qué ha sucedido esto? En mi opinión existe, como vengo exponiendo, una explicación que simplifica los hechos y su comprensión, relacionada precisamente con la caída de la demanda y el consumo: si se reduce el poder adquisitivo de la población y se aumenta la inseguridad en el trabajo, la gente ni gasta su dinero, ni pide un crédito para comprar una casa o un coche, o para renovar sus electrodomésticos; tres sectores estratégicos en nuestro modelo de consumo.
¿De dónde viene la bajada del poder adquisitivo y la pérdida de seguridad en el trabajo? De las sucesivas reformas laborales, que tras el tan gastado eufemismo de la flexiseguridad, esconden el que te puedan echar a la calle en cualquier momento. En cuanto al poder adquisitivo: bajada de salarios, rebaja de pensiones, eliminación de becas, ayudas, etc. Si a esto le añadimos la privatización de servicios, copagos sanitarios, subidas de las tasas judiciales, etc., resulta obvio que las familias tienen menos dinero para gastar y, ante la creciente amenaza de ser despedido del trabajo, quién se va a aventurar a pedirle al banco lo que su sueldo (cuando existe), no le permite costear. Todo esto nos viene a decir, en resumidas cuentas, que la necesaria circulación del dinero, que engrasa el sistema capitalista y permite que sus mecanismos sigan funcionando, se ha parado en seco[13].
En el sistema actual, cualquier persona o familia, para mantener una tasa de consumo acorde al nivel de la economía nacional, necesita unos ingresos suficientes que le permitan afrontar sus gatos corrientes, y una seguridad laboral que le permita planificar inversiones costosas, como la casa y el coche, a través de la solicitud de crédito a una entidad bancaria. Si le damos la vuelta a tal razonamiento, cualquier país necesitará, si quiere mantener tasas funcionales de consumo interno, ciudadanos (o como prefieren llamarnos: consumidores) cuya renta disponible les haga capaces de afrontar sus gastos corrientes y hacer frente a inversiones de futuro a través del crédito, así como una clase empresarial dispuesta a invertir en mejoras técnicas y mano de obra. Por tanto, cualquier buen gobierno, debiera plantearse como objetivos mínimos: la estabilidad laboral, la adecuación de los salarios al coste de la vida, y que el crédito fluya de las entidades bancarias al empresario y al consumidor de a pie. Este es el modelo económico en que estamos y no hay otro planteamiento bajo el que pueda funcionar correctamente[14]. No entramos aquí a analizar la necesidad de revisar un modelo económico cuya piedra angular es el crecimiento, sino la idoneidad de las políticas practicadas para la salud del sistema tal y como está “montado”.
Ésta es la composición del PIB en España, y su evolución desde el estallido de la crisis. Se puede apreciar con claridad cómo la demanda interna ha arrastrado al PIB en su caída. Un desplome sólo contenido por las exportaciones[15]:
Durante años, de las tres premisas expuestas anteriormente (estabilidad laboral, adecuación salarial y fluidez del crédito), solamente la facilidad de crédito ha sido fomentada. La falta de rigor de los bancos a la hora de financiar gastos de empresas y hogares, en combinación con la precariedad laboral y los bajos salarios, provocó la explosión de los famosos hedge funds (fondos de alto riesgo) en 2007 en EEUU y el estallido de la burbuja inmobiliaria más tarde en nuestro país. La experiencia demuestra que no se puede dar una premisa sin la otra: conceder crédito a quien sabes que probablemente no lo pueda pagar es una política económica suicida. Debido a esto, cada día son más las personas sin casa en España, pero también son más las casas sin personas. Se crean burbujas económicas apoyadas en un desregulado sector financiero e impulsadas desde los gobiernos, y el resultado es pobreza y desempleo. Unos pocos han aumentado su capital, y la mayoría se han empobrecido[16]. Una dinámica que, en términos macroeconómicos, ayuda a estrangular la demanda interna y el consumo.
Ante tal realidad que surge de la experiencia, a nuestros gobernantes no se les ocurre más alternativa que ahondar en los errores: más ajustes, más austeridad y más recortes, que se traducen en sufrimiento en lo personal y en recesión en lo económico. A esto se suma, para terminar de agravar la situación, el tremendo descenso del crédito, a pesar de la facilidad con que los bancos disponen de capital inyectado por los organismos internacionales[17]. De este modo, hemos llegado a una situación caracterizada por la inestabilidad laboral, los bajos salarios y la ausencia de crédito:
[18]

A POR LOS CULPABLES...
No sabemos qué hubiera decidido el pueblo español en las elecciones de 2011 si los dos partidos mayoritarios hubieran planteado claramente el debate en estos términos, y el partido ahora gobernante hubiera incluido en su programa electoral el programa de reformas que está practicando. Tampoco qué hubiera sucedido si el entonces presidente de gobierno, hubiera sometido a consulta ciudadana el giro copernicano de su política económica en mayo de 2010. Lo que si sabemos a ciencia cierta, es que en ambos casos, a la ciudadanía se no ha robado la posibilidad de decidir sobre el futuro de nuestro país de una manera consciente, reflexiva y soberana. Toda la gestión de la crisis, por unos y otros ha estado llena de slongans, mantras, verdades a medias y mentiras, muchas mentiras.
Entre tanta pelea estéril por el poder, los que nos gobiernan y los grandes creadores de opinión (léase medios de información generalistas y “entendidos”), han llenado los discursos económicos de galimatías indescifrables, mientras se les olvidaban cuestiones fundamentales. Si el olvido por parte del FMI, el BCE, la UE y nuestra propia clase política, de tener en cuenta el comportamiento de indicadores económicos como el consumo y la demanda, ha sido un descuido, habrá que pensar que son todos ellos unos incompetentes, y por tanto, han de abandonar sus cargos uno tras otro; si el olvido hubiese sido deliberado porque forma parte de una estrategia geopolítica, en la que el sur de Europa debe quedar relegado económicamente en beneficio de potencias mayores, tendremos que pensar que son unos criminales, y combatirlos como tal; si, por último, ese olvido se debiera a causas ideológicas, han demostrado su incapacidad intelectual y que su credo es una farsa. A los calificativos de incompetentes y criminales, habría que añadir el de ineptos.
Marx disculpaba a Adam Smith, en tanto en cuanto, este último no había vivido crisis sistémicas, sino crisis de carácter exclusivamente monetario. Pero los gurús que han manejado la economía del mundo en los últimos treinta años, apoyados por influyentes fábricas de pensamiento, no tienen excusa. La enseñanza de indicadores tan importantes como el consumo o la demanda en crisis históricas tan estudiadas como las de 1857 o 1929, y el éxito o fracaso de las políticas practicadas para la superación de tales crisis es tajante: tras el crack del 29, mientras EEUU practicaba políticas de estímulo al consumo y de gasto público, en Europa se obsesionaron con las políticas de ajuste presupuestario[19]. Europa vio crecer el paro, los estallidos sociales y el fascismo; los EEUU salieron victoriosos de aquel período y encumbrados como primera potencia del mundo capitalista.
Ha habido, y las hay en esta crisis, voces críticas que alertaron del riesgo de combinar la profundización en la desregulación financiera y la desprotección laboral y social. Estos economistas e intelectuales, por su afán riguroso y crítico contra la ortodoxia neoliberal, fueron acallados por los medios de comunicación de masas, y marginados en las instituciones universitarias. Ahora se está demostrando que aquellas voces críticas anduvieron el camino correcto[20].
Por su parte, los que han gobernado este país, tanto desde el consejo de gobierno, como desde la sombra de despachos influyentes, han hecho una gestión desastrosa, demostrando, como decía anteriormente, su ineptitud, su incapacidad y su inmoralidad.
Lo menos que se les puede exigir es que dejen de dar lecciones de una vez, y que los culpables del desastre desfilen ante la justicia. Junto a ellos, sería conveniente incluir a quienes desde dentro de las propias universidades, o haciéndose valer de medios de comunicación masivos, han contribuido y apoyado tales políticas. Sólo así avanzaremos. De lo contrario, seguiremos en sus manos.
*David Adolfo Caballero Ortiz, Licenciado en Historia y estudiante de sociología


[1] Créditos hipotecarios de baja calidad, es decir, de dudosa devolución.
[6] Fondo de alto riesgo, que bajo la pretensión de aumentar la rentabilidad, puede desencadenar una crisis del sistema, como quedó demostrado en 2007.
[7] Es el pago adicional de una operación financiera que se realiza en virtud de la fiabilidad del receptor. Cuando la confianza en que el pago se realice el alta, la prima será de bajo coste y a la inversa.
[8] Empresas encargadas de calificar el riesgo que contienen los activos de una empresa o país. Según esta consideración, otorgan una calificación que va de AAA (lo más positivo) a BBB (lo más negativo). Del juicio de estas empresas depende la prima de riesgo que un país ha de pagar por solicitar un crédito, por ejemplo. Su actuación previa y durante el desarrollo de la crisis está en entredicho.
[9] Marx, K.: “Las crisis del capitalismo” ed. Diario Público, 2012, pág. 120-125
[10] Conjunto de productos que al no encontrar salida en el mercado, hacen bajar los precios. Cuando se produce más de lo que se vende, la única salida a esos productos es que su precio baje, pues su abundancia hace que la gente esté dispuesta apagar menos por él.
[11] Marx, K.: “Las crisis del capitalismo” ed. Diario Público, 2012, pág. 105-120.
[14] La medición tradicional de la riqueza de un país se hace a través del Producto Interior Bruto, en cuyo cálculo: PIBpm= C+FBC+X-M, “C” es el consumo; “FBC” (Formación bruta de capital) la inversión; “X” las exportaciones y “M” las importaciones.
[20] Consultar VV.AA.: Hay Alternativas, ed. Sequitur, 2012, en: http://www.vnavarro.org/wp-content/uploads/2011/10/hayalternativas.pdf

EconoNuestra
http://econonuestra.org/analisis/item/384-lecciones-de-historia-el-consumo-y-la-demanda-en-las-crisis-sist%C3%A9micas.html

lunes, 4 de marzo de 2013

Desde 1989, el Estado español ha pagado sólo en concepto de intereses 4,3 veces lo que debía en 1989

Hay muchas personas que se sorprenden cuando observan el cálculo que realicé y que venía a mostrar la colosal cantidad de dinero que pagan Estados como el español solamente en conceptos de intereses de deuda pública. La sorpresa es, en cierto modo, comprensible, porque cuesta mucho creer que el Estado esté pagando esas cantidades astronómicas por tener que financiarse. Para arrojar más luz sobre el asunto y demostrar que en absoluto se está exagerando, en este post plantearé el problema de los intereses de deuda pública española desde una perspectiva más sencilla.

Cuando un Estado tiene más gastos que ingresos, necesita cubrir la diferencia (déficit) de algún modo. Hasta mediados de la década de los 70, todos los Estados occidentales solventaban este problema principalmente a través de la creación de dinero oficial. Es decir, el dinero que necesitaban para cubrir el déficit era emitido directamente por el banco central y prestado al Estado (a este proceso se le denomina monetización de la deuda). En el caso de España, el gobierno le pedía al Banco de España que imprimiera dinero nuevo y se lo prestara, y lo hacía con tipos de interés muy reducidos o nulos (de forma que salía barato financiarse).

Con el desmoronamiento del sistema de Bretton Woods y el ascenso de la ideología neoliberal a mediados de la década de los 70, la mayoría de los gobiernos capitalistas decidieron prohibir la monetización de la deuda (1); es decir, prohibieron que los bancos centrales prestaran dinero a los gobiernos. Su argumento era que al hacerlo se estaba imprimiendo dinero nuevo sin ton ni son y que podía generar tensiones inflacionistas. Pero este argumento carece totalmente de sentido si tenemos en cuenta la solución que propusieron y que adoptaron casi todos los países: en vez de que el banco central imprimiera dinero para prestárselo a los gobiernos (con tipos de interés reducidos), el banco central pasaría a imprimir dinero a los bancos privados (con tipos de interés reducidos) para que éstos se lo prestaran a los gobiernos (a tipos de interés más elevados). Es decir, que la nueva creación de dinero se seguía produciendo (a través de préstamos del BCE o del dinero-deuda creado por los bancos privados), con la única diferencia de que antes de llegar a manos del gobierno pasa por las manos de los bancos privados, otorgándoles la oportunidad de hacer un bonito y rentable negocio. Antes, el banco central imprimía dinero y se lo prestaba al gobierno a un precio barato; ahora, el banco central imprime el mismo dinero (o más) y se lo presta a los bancos privados para que éstos se lo presten a los gobiernos a un precio elevado. Si esto no es una estafa en toda regla a los Estados –y por lo tanto a todos los ciudadanos– por parte de la élite financiera, que baje Dios y lo vea.

Repasemos un poco el proceso de endeudamiento del Estado. Hoy día, cuando el Estado necesita dinero no tiene más remedio que pedir dinero prestado a los inversionistas privados al tipo de interés que le ofrezcan. Ese tipo de interés será el coste que tendrá que asumir el Estado para financiarse, y al mismo tiempo son las ganancias de los inversionistas privados. Durante cada año, el Estado tiene que ir pagando intereses por haberse endeudado. La cantidad que le prestaron (el principal) lo devolverá cuando llegue la fecha acordada. Si, cuando llegue esa fecha,  el Estado no dispone de suficiente dinero, tendrá que pedir más dinero prestado a otros inversionistas privados. Con el nuevo préstamo cancelará el préstamo anterior, pero tendrá que seguir pagando intereses (cuya cantidad se habrá incrementado). Entonces comprobamos que incluso en el caso de que ese nuevo año el Estado ya no tenga déficit, el montante de la deuda aumentará debido al pago continuo de intereses (que se tienen que pagar cada año) (2). En otras palabras, los intereses de la deuda pública no solo afectan a un año en concreto, sino que afectarán a todos los años sucesivos siempre que el Estado mantenga o aumente su nivel de deuda. Los intereses de deuda pública se van acumulando y obligan a endeudarse cada vez en mayores cantidades. Es el conocido “efecto de bola de nieve”, que se pretende reflejar a continuación.

Dibujo abstracto

La zona azul representa la cantidad de dinero que debe el Estado (el montante de deuda pública). La zona roja representa la cantidad de intereses que tiene que pagar cada año. Si suponemos déficit nulo, y un plazo de vencimiento de la deuda de un año, observamos el proceso siguiente: los intereses pagados el año 1 se convierten en montante de deuda el año 2; los intereses pagados el año 2 se convierten en montante de deuda el año 3, y así sucesivamente. A la par, vemos que los intereses van aumentando cada año, lo que otorga al proceso un carácter de crecimiento exponencial (3). A la derecha del dibujo se ha comparado el total de la deuda para el año 5 con la suma de los intereses pagados los años anteriores. Se comprueba claramente que pasado un tiempo la cantidad pagada en concepto de intereses es casi tan elevada como el dinero que efectivamente se debe al final del periodo.

Ahora hagamos una prueba parecida con datos reales del Estado español, para el periodo 1989-2012.

Montante e intereses 1989-2012

Se puede intuir que: 1) la cantidad de intereses pagados (barra roja) siempre va en aumento; y 2) el montante total de deuda prácticamente aumenta cada año lo que se tiene que pagar de intereses (salvo los años de burbuja inmobiliaria en los que el déficit y los intereses se redujeron y salvo los últimos años en los que el déficit se ha disparado debido a la crisis económica y a los recortes).

Si comparamos todo el dinero que ha pagado el Estado español en concepto de intereses desde el año 1989 hasta la actualidad con el dinero que actualmente debe, es más fácil constatar el enorme expolio al que se ve sometido el Estado por tener que financiarse a través de inversionistas privados:

Montante e intereses acumulados

El Estado español ha pagado en concepto de intereses durante ese periodo el 66,46% de lo que hoy día debe. Pero enfoquémoslo ahora desde otra perspectiva: desde 1989, el Estado español ha pagado sólo en concepto de intereses 4,3 veces lo que debía en 1989 (en 1989 debía 97,6 miles de millones de € y desde esa fecha hasta la actualidad, solamente en concepto de intereses ha pagado 418,8 miles de millones de euros). Así se observa claramente el perjuicio que supone a largo plazo tener que pagar intereses elevados: que el montante de la deuda aumenta exponencialmente. Algo que se podría evitar si el Banco Central Europeo financiara directamente a los Estados.

tabla

Notas:
(1)    Un estudio reciente del Fondo Monetario Internacional ha revelado que en una tercera parte de una muestra de 152 países el banco central todavía puede hacer préstamos al gobierno.
(2)    Recordemos que, en el caso del Estado español, hubo años en los que presentó déficit simplemente por tener que pagar intereses de deuda pública.
(3)    Siempre que el montante de la deuda pública no se vaya reduciendo o los intereses a pagar sean menores, que es lo que sucedió en los últimos años de crisis inmobiliaria para el caso español (2005-2007).

Eduardo Garzón
Saque de Esquina