domingo, 10 de marzo de 2013

Lecciones de la historia: el consumo y la demanda en las crisis sistémicas

¿QUÉ NOS ESTÁN CONTANDO?
La vorágine informativa de datos y terminología económica con que hemos sido bombardeados desde que estallara en 2007 la crisis de las hipotecas subprime[1] en EEUU, ha abierto numerosos debates en torno al papel que juega la economía y los economistas en este mundo globalizado de comienzos del siglo XXI.
Pero en todos ellos, el ciudadano de a pie encuentra el mismo impedimento: un vocabulario calculadamente ininteligible, y en ocasiones cargado de eufemismos, que hurta el debate público. Así, asistimos perplejos a cómo los “entendidos” –muchos de ellos culpables y cómplices de la crisis-, ofrecen su receta mágica para superar la recesión.
Dándole a las cuestiones económicas un halo de dogmatismo, despliegan el credo neoliberal como un calvario ineludible y sitúan los preceptos de su ideología por encima del bien y del mal, y siempre por delante de las decisiones democráticas de los ciudadanos: la austeridad no es un programa electoral, sino una imposición a través de la cual, la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, nos someten con sus programas de ajuste, excusados en las demandas de los mercados.
Cinco años después de estallar la crisis, y casi tres años después del giro de 2010 del entonces gobierno socialista hacia el llamado ajuste, España se encamina a la miseria, con un desempleo descontrolado[2] y un empobrecimiento alarmante. El siguiente cuadro representa el índice de miseria, medido como la suma del paro y la inflación[3]:
Entre toda esta apabullante propaganda, que presenta las decisiones tomadas como inevitables, se les ha olvidado explicarnos qué país ha conseguido remontar gracias a los programas de ajuste y austeridad que promocionan. Los casos de Brasil, Uruguay y Argentina nos enseñan que solamente cuando estos países se apartaron de la ortodoxia de los planes de ajuste impuestos por el FMI y el BM, consiguieron superar sus crisis[4]. Los casos actuales de Grecia, Portugal y España están demostrando que ésta es una política desastrosa que genera enormes brechas sociales y miseria, resultando un extraordinario caldo de cultivo para el fascismo[5].
UN "OLVIDO" QUE NO ES NUEVO
Retomando el argumento del lenguaje intencionadamente incomprensible para amplios sectores de la ciudadanía, vamos a acercarnos a dos conceptos: la demanda y el consumo, de los que no se habla sino parcialmente y que encierran una sencilla explicación de la compleja situación por la que atravesamos. Ante el desconocimiento de conceptos como hedge funds[6], primas de riesgo[7], empresas de calificación[8], etc. con que una mañana nos despertamos inundando las portadas de los periódicos, muchos ciudadanos abandonaron antes de empezar a comprender qué es lo que había ocurrido y cuáles pudieran ser las soluciones.
¿Qué hubieran pensado esos ciudadanos si el gobierno les hubiera explicado que la solución era tomar medidas que, a corto plazo, iban a hacer caer dramáticamente la demanda interna? Nunca lo sabremos, pues tal circunstancia no se produjo, pero a buen seguro hubieran estado en mejores condiciones de hacer un análisis coherente y razonado, aun siendo absolutamente legos en formación económica. Y es que, es razonable pensar que en un contexto económico en el que la demanda interna se deprime drásticamente, ésta arrastrará en su caída al consumo, y éste, a su vez, a los beneficios empresariales. Tal situación es el punto de partida de un aumento descontrolado del desempleo, pues las empresas, de cualquier tamaño, comenzarán a reducir plantillas para compensar las pérdidas y reducir la producción. No solamente es el razonamiento a corto plazo más coherente, sino que la historia está llena de estos ejemplos.
Ya en su día, Karl Marx denunció en Las crisis del capitalismo el olvido sistemático que acerca de la importancia de la demanda practicaban los primeros ideólogos del liberalismo: Ricardo, Say y Smith hablaban de un crecimiento de la producción ilimitado, sin prestar atención a la demanda, es decir, si tan ingente e incesante producción iba a ser consumida por alguien[9].
Marx teorizaba sobre los datos de la crisis de 1857, que la caída de la demanda, al generar un gran stock en la producción[10], provocaba una rebaja de los precios y hacía imposible que el empresario recuperara lo invertido; se iba a la quiebra y era entonces cuando se desencadenaba la crisis del sistema[11]. Si bien en la crisis actual no se ha dado un comportamiento de los precios significativamente perjudicial, sí que se dan algunos rasgos de lo que el autor alemán definió como “crisis del capital y crisis del trabajo”, que se relaciona estrechamente con la demanda y provoca una espiral de drástica reducción de la inversión, la renta disponible y el consumo. Los rasgos más visibles de este tipo de crisis son el cierre de empresas y el aumento del paro.
¿QUÉ CONSECUENCIAS TIENEN LAS POLÍTICAS DE AUSTERIDAD?
Volviendo a la actualidad, precisamente las citadas políticas de ajuste, que anteponen la rebaja del gasto público a cualquier otra consideración, han conseguido hacer caer la demanda en España hasta tal punto que el número de parados ha aumentado a razón de casi medio millón por año (cerca de 100.000 en el segundo trimestre de 2012[12]).
¿Por qué ha sucedido esto? En mi opinión existe, como vengo exponiendo, una explicación que simplifica los hechos y su comprensión, relacionada precisamente con la caída de la demanda y el consumo: si se reduce el poder adquisitivo de la población y se aumenta la inseguridad en el trabajo, la gente ni gasta su dinero, ni pide un crédito para comprar una casa o un coche, o para renovar sus electrodomésticos; tres sectores estratégicos en nuestro modelo de consumo.
¿De dónde viene la bajada del poder adquisitivo y la pérdida de seguridad en el trabajo? De las sucesivas reformas laborales, que tras el tan gastado eufemismo de la flexiseguridad, esconden el que te puedan echar a la calle en cualquier momento. En cuanto al poder adquisitivo: bajada de salarios, rebaja de pensiones, eliminación de becas, ayudas, etc. Si a esto le añadimos la privatización de servicios, copagos sanitarios, subidas de las tasas judiciales, etc., resulta obvio que las familias tienen menos dinero para gastar y, ante la creciente amenaza de ser despedido del trabajo, quién se va a aventurar a pedirle al banco lo que su sueldo (cuando existe), no le permite costear. Todo esto nos viene a decir, en resumidas cuentas, que la necesaria circulación del dinero, que engrasa el sistema capitalista y permite que sus mecanismos sigan funcionando, se ha parado en seco[13].
En el sistema actual, cualquier persona o familia, para mantener una tasa de consumo acorde al nivel de la economía nacional, necesita unos ingresos suficientes que le permitan afrontar sus gatos corrientes, y una seguridad laboral que le permita planificar inversiones costosas, como la casa y el coche, a través de la solicitud de crédito a una entidad bancaria. Si le damos la vuelta a tal razonamiento, cualquier país necesitará, si quiere mantener tasas funcionales de consumo interno, ciudadanos (o como prefieren llamarnos: consumidores) cuya renta disponible les haga capaces de afrontar sus gastos corrientes y hacer frente a inversiones de futuro a través del crédito, así como una clase empresarial dispuesta a invertir en mejoras técnicas y mano de obra. Por tanto, cualquier buen gobierno, debiera plantearse como objetivos mínimos: la estabilidad laboral, la adecuación de los salarios al coste de la vida, y que el crédito fluya de las entidades bancarias al empresario y al consumidor de a pie. Este es el modelo económico en que estamos y no hay otro planteamiento bajo el que pueda funcionar correctamente[14]. No entramos aquí a analizar la necesidad de revisar un modelo económico cuya piedra angular es el crecimiento, sino la idoneidad de las políticas practicadas para la salud del sistema tal y como está “montado”.
Ésta es la composición del PIB en España, y su evolución desde el estallido de la crisis. Se puede apreciar con claridad cómo la demanda interna ha arrastrado al PIB en su caída. Un desplome sólo contenido por las exportaciones[15]:
Durante años, de las tres premisas expuestas anteriormente (estabilidad laboral, adecuación salarial y fluidez del crédito), solamente la facilidad de crédito ha sido fomentada. La falta de rigor de los bancos a la hora de financiar gastos de empresas y hogares, en combinación con la precariedad laboral y los bajos salarios, provocó la explosión de los famosos hedge funds (fondos de alto riesgo) en 2007 en EEUU y el estallido de la burbuja inmobiliaria más tarde en nuestro país. La experiencia demuestra que no se puede dar una premisa sin la otra: conceder crédito a quien sabes que probablemente no lo pueda pagar es una política económica suicida. Debido a esto, cada día son más las personas sin casa en España, pero también son más las casas sin personas. Se crean burbujas económicas apoyadas en un desregulado sector financiero e impulsadas desde los gobiernos, y el resultado es pobreza y desempleo. Unos pocos han aumentado su capital, y la mayoría se han empobrecido[16]. Una dinámica que, en términos macroeconómicos, ayuda a estrangular la demanda interna y el consumo.
Ante tal realidad que surge de la experiencia, a nuestros gobernantes no se les ocurre más alternativa que ahondar en los errores: más ajustes, más austeridad y más recortes, que se traducen en sufrimiento en lo personal y en recesión en lo económico. A esto se suma, para terminar de agravar la situación, el tremendo descenso del crédito, a pesar de la facilidad con que los bancos disponen de capital inyectado por los organismos internacionales[17]. De este modo, hemos llegado a una situación caracterizada por la inestabilidad laboral, los bajos salarios y la ausencia de crédito:
[18]

A POR LOS CULPABLES...
No sabemos qué hubiera decidido el pueblo español en las elecciones de 2011 si los dos partidos mayoritarios hubieran planteado claramente el debate en estos términos, y el partido ahora gobernante hubiera incluido en su programa electoral el programa de reformas que está practicando. Tampoco qué hubiera sucedido si el entonces presidente de gobierno, hubiera sometido a consulta ciudadana el giro copernicano de su política económica en mayo de 2010. Lo que si sabemos a ciencia cierta, es que en ambos casos, a la ciudadanía se no ha robado la posibilidad de decidir sobre el futuro de nuestro país de una manera consciente, reflexiva y soberana. Toda la gestión de la crisis, por unos y otros ha estado llena de slongans, mantras, verdades a medias y mentiras, muchas mentiras.
Entre tanta pelea estéril por el poder, los que nos gobiernan y los grandes creadores de opinión (léase medios de información generalistas y “entendidos”), han llenado los discursos económicos de galimatías indescifrables, mientras se les olvidaban cuestiones fundamentales. Si el olvido por parte del FMI, el BCE, la UE y nuestra propia clase política, de tener en cuenta el comportamiento de indicadores económicos como el consumo y la demanda, ha sido un descuido, habrá que pensar que son todos ellos unos incompetentes, y por tanto, han de abandonar sus cargos uno tras otro; si el olvido hubiese sido deliberado porque forma parte de una estrategia geopolítica, en la que el sur de Europa debe quedar relegado económicamente en beneficio de potencias mayores, tendremos que pensar que son unos criminales, y combatirlos como tal; si, por último, ese olvido se debiera a causas ideológicas, han demostrado su incapacidad intelectual y que su credo es una farsa. A los calificativos de incompetentes y criminales, habría que añadir el de ineptos.
Marx disculpaba a Adam Smith, en tanto en cuanto, este último no había vivido crisis sistémicas, sino crisis de carácter exclusivamente monetario. Pero los gurús que han manejado la economía del mundo en los últimos treinta años, apoyados por influyentes fábricas de pensamiento, no tienen excusa. La enseñanza de indicadores tan importantes como el consumo o la demanda en crisis históricas tan estudiadas como las de 1857 o 1929, y el éxito o fracaso de las políticas practicadas para la superación de tales crisis es tajante: tras el crack del 29, mientras EEUU practicaba políticas de estímulo al consumo y de gasto público, en Europa se obsesionaron con las políticas de ajuste presupuestario[19]. Europa vio crecer el paro, los estallidos sociales y el fascismo; los EEUU salieron victoriosos de aquel período y encumbrados como primera potencia del mundo capitalista.
Ha habido, y las hay en esta crisis, voces críticas que alertaron del riesgo de combinar la profundización en la desregulación financiera y la desprotección laboral y social. Estos economistas e intelectuales, por su afán riguroso y crítico contra la ortodoxia neoliberal, fueron acallados por los medios de comunicación de masas, y marginados en las instituciones universitarias. Ahora se está demostrando que aquellas voces críticas anduvieron el camino correcto[20].
Por su parte, los que han gobernado este país, tanto desde el consejo de gobierno, como desde la sombra de despachos influyentes, han hecho una gestión desastrosa, demostrando, como decía anteriormente, su ineptitud, su incapacidad y su inmoralidad.
Lo menos que se les puede exigir es que dejen de dar lecciones de una vez, y que los culpables del desastre desfilen ante la justicia. Junto a ellos, sería conveniente incluir a quienes desde dentro de las propias universidades, o haciéndose valer de medios de comunicación masivos, han contribuido y apoyado tales políticas. Sólo así avanzaremos. De lo contrario, seguiremos en sus manos.
*David Adolfo Caballero Ortiz, Licenciado en Historia y estudiante de sociología


[1] Créditos hipotecarios de baja calidad, es decir, de dudosa devolución.
[6] Fondo de alto riesgo, que bajo la pretensión de aumentar la rentabilidad, puede desencadenar una crisis del sistema, como quedó demostrado en 2007.
[7] Es el pago adicional de una operación financiera que se realiza en virtud de la fiabilidad del receptor. Cuando la confianza en que el pago se realice el alta, la prima será de bajo coste y a la inversa.
[8] Empresas encargadas de calificar el riesgo que contienen los activos de una empresa o país. Según esta consideración, otorgan una calificación que va de AAA (lo más positivo) a BBB (lo más negativo). Del juicio de estas empresas depende la prima de riesgo que un país ha de pagar por solicitar un crédito, por ejemplo. Su actuación previa y durante el desarrollo de la crisis está en entredicho.
[9] Marx, K.: “Las crisis del capitalismo” ed. Diario Público, 2012, pág. 120-125
[10] Conjunto de productos que al no encontrar salida en el mercado, hacen bajar los precios. Cuando se produce más de lo que se vende, la única salida a esos productos es que su precio baje, pues su abundancia hace que la gente esté dispuesta apagar menos por él.
[11] Marx, K.: “Las crisis del capitalismo” ed. Diario Público, 2012, pág. 105-120.
[14] La medición tradicional de la riqueza de un país se hace a través del Producto Interior Bruto, en cuyo cálculo: PIBpm= C+FBC+X-M, “C” es el consumo; “FBC” (Formación bruta de capital) la inversión; “X” las exportaciones y “M” las importaciones.
[20] Consultar VV.AA.: Hay Alternativas, ed. Sequitur, 2012, en: http://www.vnavarro.org/wp-content/uploads/2011/10/hayalternativas.pdf

EconoNuestra
http://econonuestra.org/analisis/item/384-lecciones-de-historia-el-consumo-y-la-demanda-en-las-crisis-sist%C3%A9micas.html

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