sábado, 21 de septiembre de 2013

Aprendiendo de forma sencilla cómo los bancos crean y mueven el dinero (1 de 3)

En un artículo anterior hablé de cómo los bancos privados pueden crear dinero bancario a partir del dinero legal que crean los bancos centrales. Puesto que fue un artículo meramente introductorio simplifiqué algunas cosas al mismo tiempo que me dejé determinados cabos sin atar (y varios lectores lo hicieron notar en los comentarios). Con la intención de resolver las dudas que se originaron voy a profundizar en el tema yendo incluso más allá de lo resaltado por los lectores de forma que pueda ser útil para todo aquel que esté interesado en el asunto de la creación de dinero. Como hay bastante contenido voy a dividirlo en tres posts: en el primero explicaré la creación de dinero legal por parte del banco central, en el segundo me detendré en la creación de dinero bancario por parte de los bancos, y en el tercero explicaré qué tipo de dinero es utilizado por los bancos en cada una de sus transacciones. Suele ser un tema engorroso pero trataré de hacerlo sencillo sin perder por ello ni una pizca de rigor. A los que se animen a zambullirse en esta interesante temática les adelanto que terminarán sabiendo y comprendiendo cosas que suelen desconocerse o malinterpretarse (incluso por reconocidos economistas).

Los bancos centrales crean dinero legal; son los únicos que tienen autoridad para originar de la nada aquello que tiene validez para realizar transacciones de todo tipo (comprar productos y servicios, hacer inversiones, realizar pagos pendientes, etc). Absolutamente nadie más puede crear dinero legal. Yo, por ejemplo, podría crear dinero inventándome un material y un diseño, pero nadie me lo aceptaría como medio de pago, al igual que ningún vendedor aceptaría billetes del juego “Monopoly” a cambio de entregar su producto. El dinero legal sirve porque todos los integrantes de una sociedad lo aceptamos como medio de pago. Sabemos que con ese dinero en nuestras manos podremos realizar transacciones porque el resto de personas confía en su validez. Y si confiamos en la validez de este dinero legal es porque como sociedad le hemos reconocido a una institución oficial (que se llama “banco central”) el poder de crear el dinero.

Este dinero legal es en última instancia dinero en efectivo (monedas y billetes), y yace en los bolsillos (o monederos, carteras, cofres…) de los individuos y también en las cajas fuertes de los bancos. Pero almacenar ingentes cantidades de monedas y billetes es muy costoso y molesto para los bancos, y también lo es transportarlo de un sitio a otro. Por ello, buena parte de este dinero legal no se conserva físicamente en las cajas fuertes de los bancos, sino que los bancos lo depositan en una cuenta del banco central correspondiente. De la misma forma que un individuo guarda parte de sus ahorros en una cuenta de su banco privado, un banco privado guarda parte de sus ahorros en una cuenta del banco central. El banco central es, por así decirlo, el banco de los bancos privados. Esto tiene importantes ventajas para los bancos privados (¡las mismas que tenemos los individuos que depositamos nuestro dinero en el banco!): se despreocupan de conseguir un espacio para almacenar los billetes y monedas, se despreocupan de instalar sistemas de vigilancia para que no sufran ningún robo, se despreocupan de transportar el dinero en furgones blindados cada vez que tengan que efectuar una transferencia bancaria de cualquier tipo, etc.

Imaginemos la mastodóntica cantidad de transferencias bancarias que se pueden producir entre todas las instituciones de crédito que existen. En vez de tener que transportar con cada operación el dinero físico de un sitio a otro, lo que se hace es anotar las cantidades transferidas (tecleando cifras) en las cuentas correspondientes del banco central. Si el banco A le transfiere 1.000 euros al banco B, no envía ningún furgón blindado con billetes para transportar el dinero, sino que en la cuenta que tiene el banco A en el banco central vemos que la cifra correspondiente disminuye en 1.000, mientras que la cuenta que tiene el banco B en el banco central aumenta en 1.000. Son simples anotaciones electrónicas; no hay ningún traslado de dinero físico. De hecho, ¡ni siquiera existe ese dinero físico al que representan los dígitos!

Pero no podemos olvidar que todas estas cifras electrónicas tienen validez: están respaldadas por el banco central. Visualmente son simples números que aumentan y disminuyen, pero en la práctica funcionan como medio de pago útil (con estos números se pueden comprar cosas, efectuar pagos, realizar inversiones…). Yo podría escribir en un papel el número “1.000”, pero no me serviría para nada porque nadie aceptaría mi papel como medio de pago. En cambio, si lo hace el banco central sí sirve, porque es la institución encargada de crear dinero. A mí nadie me ha otorgado ese poder. Al banco central sí.

Planteémoslo de una forma más gráfica para una mejor comprensión. Imaginemos el caso extremo en el que un banco privado tuviese que entregar todo su dinero legal a sus clientes en mano. Los billetes y monedas que tuviese en su caja fuerte los entregaría directamente. El resto del dinero, que no está allí físicamente sino que sólo existe como simples anotaciones digitales en la cuenta que mantiene el banco en el banco central, tendría que ser fabricado por el banco central. Pero lo haría, porque al ser dinero legal está respaldado por la institución. Es dinero válido, y si por cualquier circunstancia hubiese que manejarlo en forma de billetes y monedas el banco central se encargaría de poner en funcionamiento las máquinas de impresión.

Hasta ahora hemos hablado del dinero legal, que es el dinero en sentido estricto (al cual el banco central le reconoce validez). En el próximo post hablaremos del dinero bancario (el que crean los bancos).

Eduardo Garzón
Saque de Esquina

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