domingo, 3 de noviembre de 2013

Otra economía está en marcha

"La cuestión es si participaremos con la suficiente fuerza y convicción como para tomar la iniciativa e impedir que las cosas cambien, sólo, para que todo siga igual".

Corren tiempos de cambios que constituyen una oportunidad para acometer reformas profundas en la manera en la que queremos organizarnos como sociedad. Esta obvia e inocente reflexión se encuentra con diversos obstáculos entre los que no pueden faltar los que provienen de determinadas posturas radicales que priorizan la individualidad. Esta preferencia y sus consecuencias, como han demostrado estos últimos treinta años, no son en absoluto inocentes.

Evitar una reedición de la advertencia gatopardiana está en nuestra mano y requerirá necesariamente acortar la distancia que se nos ha impuesto respecto de los centros de poder y toma de decisión. Este traslado, físico y mental, nos va a acercar a la economía política, a la verdadera economía, la que (tampoco de forma involuntaria) ha sido convenientemente troceada y sesgada dentro del mundo académico en ese mismo periodo.

La tarea implica una participación creciente de la sociedad, que haga posible alcanzar la reclamada transparencia y que, desde diferentes ámbitos, posibilite la articulación de los que consideramos unos necesarios cambios socioeconómicos, tanto desde una perspectiva conceptual como en el desarrollo efectivo de alternativas prácticas. 

Entre los aspectos más importantes hacia los que, a nuestro entender, hemos de dirigir nuestros esfuerzos están la construcción de una nueva política fiscal, la necesaria revisión y regulación del sistema y los mercados financieros y, en definitiva, la redefinición del modelo de desarrollo que queremos para nuestras sociedades. En este sentido, no podremos obviar la actual construcción política y los condicionantes que impone a la hora de hacer política, pero además de que los previsibles cambios bien pudieran afectar también a las actuales instituciones supranacionales, consideramos necesario que una perspectiva internacionalista guíe, en última instancia, cualquier reflexión de este tipo. Pese a la complejidad que pueda suponer esta pretensión, ello no puede servir de coartada para evitar el debate y no impulsar la acción, a diferentes escalas, de una ciudadanía ya en creciente participación.

En cuanto al primero de ellos, el de la política fiscal, requiere desmontar paralelamente la ideología que subyace en la construcción de un sistema regresivo, implantado con el paso de los distintos Gobiernos de la democracia española. Cada vez mayor número de la población es consciente de que el descenso de la progresividad y la justicia impositiva, la ausencia de voluntad en la lucha efectiva contra el fraude o el continuado descenso de las rentas salariales, unido al fomento del endeudamiento, tanto como única posible alternativa para lograr un nivel de consumo básico como forma de impulsar el conveniente consumismo, han sido algunos de los elementos que han permitido construir el escenario en el que se justifiquen ahora políticas de recortes sociales y  privatizaciones.

En cuanto al segundo de ellos, la regulación del sistema y los mercados financieros, es necesario resaltar la política (des)regulatoria en esta materia y la incidencia ya desde los años setenta en la priorización de la economía especulativa, mucho más capacitada para mantener la tasa de ganancia que exige el capital bajo este sistema que nos hemos impuesto. Se desplazó a un segundo plano a la economía productiva, con los conocidos efectos en términos de empleo y salarios. Es indispensable un marco legislativo que reubique la función financiera como medio para articular las actividades económicas de la sociedad y no como el fin en sí mismo en que se ha convertido. En esta línea, aparecen propuestas como las de una banca pública que bajo criterios éticos pueda garantizar tal función, los controles a la libre circulación de capitales, la verdadera denuncia y persecución de los paraísos fiscales y, en general, el necesario debate acerca de la arquitectura financiera, económica y social de la Europa en la que estamos enmarcados.  

Sin embargo, conscientes de que el paradigma dominante de la producción y el crecimiento indefinido, con nuestro planeta exhausto, no es un camino a recorrer por más tiempo, una nueva concepción del desarrollo se abre cada vez más paso como abanderada de un modelo alternativo. Una forma de vida que tiene más que ver con nuestra interacción con el medio, alejada del exagerado consumismo que exige el viejo planteamiento. Teorías como la del decrecimiento frente al oxímoron del desarrollo sostenible, propuestas como la renta básica frente a la competitividad salarial e infinitud de reivindicaciones e iniciativas ciudadanas como el mercado o la moneda social, se abren paso a diferentes escalas como verdaderas alternativas ante la evidencia de un sistema y un planeta agotados.

Una nueva concepción de la sociedad y del ser humano, la reflexión profunda acerca del sentido de nuestra existencia, así como la asunción de nuestros derechos y responsabilidades en cuanto a cómo queremos que ésta transcurra, son cuestiones que no podemos aplazar por más tiempo. Porque, en cualquier caso, los cambios se producirán. La cuestión es si participaremos con la suficiente fuerza y convicción como para tomar la iniciativa e impedir que las cosas cambien, sólo, para que todo siga igual.

De todos estos temas hablaremos los próximos días 15 y 16 de noviembre, en el encuentro internacional #Otra Economía Está En Marcha que, organizado por Economistas sin Fronteras, con la colaboración de la Plataforma 2015 y más, EconoNuestra, Fuhem Ecosocial y MediaLab Prado, tendrá lugar en Madrid: una oportunidad para que la sociedad civil tome la palabra, explique y conozca alternativas reales que demuestran que existe otra manera de "hacer economía".
Este artículo refleja exclusivamente la opinión de su autor.

Daniel Rodríguez (Economistas sin fronteras)
El diario.es

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